INDICE
I. Delimitación de la investigación
1.1
Problema de investigación
1.2 Fundamentación del
problema de investigación
1.3 Objetivo general
1.4 Objetivos específicos
1.5
Supuestos
II. Discusión teórica
2.1.-
La sociedad de la felicidad paradójica
2.2.-
El sujeto consumidor
2.3.-
El Individualismo
2.4.-
Identidades frágiles
2.5.-
Consumo y decepción de
uno mismo
2.6.-
Debilitación de los movimientos colectivos
2.7.-
El culto a la salud
2.8.-
La proliferación del consumo de
fármacos
2.9.-
El consumo como agente
“infantilizador” de los adultos
2.10.-
La familia y los modelos
educativos
2.11.-
La carencia afectiva
2.12.-
La proliferación de terapias
2.13.-
Sociedad de consumo
chilena: posible solución
2.14.- Aportes del Psicoanálisis frente al nuevo
malestar del sujeto consumidor
2.15.-
Qué lugar ocupa hoy el psicoanalista
III. Bibliografía
I.- Delimitación
de la investigación
1.1.-
Problema de investigación
¿Qué
efectos tiene sobre el individuo el actual sistema de libre mercado chileno?
1.2.-
Fundamentación del problema de investigación
Vivimos en la era en que nuestro país es más rico y
poderoso que nunca antes en su historia. Nuestra nación no para de resaltar a
nivel mundial como una de las economías más pujantes y crecientes del último
tiempo; convirtiéndose en el país más rico de la región. La pobreza abrevia sus
cifras cada año, el acceso de los chilenos al consumo de distintos tipos de
bienes materiales aumenta año tras año, la educación llega a casi la totalidad
de la población, los niveles de alfabetización han crecido considerablemente. Cada
vez son más los jóvenes que pueden seguir sus estudios técnicos y
universitarios, la esperanza de vida de los chilenos, producto de los avances
en salud, es la mejor de latinoamérica, la expansión de la economía nacional
permite a los chilenos el acceso masivo a las más altas tecnologías de
comunicación y conectividad, desciende la cesantía, nunca antes los chilenos
han gozado de tanto poder adquisitivo para consumir, viajar y realizar
infinitas actividades de ocio.
La calidad de vida de los chilenos aumenta sin límites, a
pesar de lo cual, el aumento de licencias médicas, el incremento de consultas
psiquiátricas, el auge de las depresiones, el consumo indiscriminado de fármacos,
las ansiedades de todo tipo, el sobreendeudamiento, los divorsios, los
distintos tipos de adicciones, los sentimientos de soledad, fracaso y las cada
vez más crecientes dificultades para vivir, también aumentan a paso firme.
El consumo se ha convertido en pieza escencial para
alcanzar la felicidad. El
individuo de hoy demuestra, al menos parcialmente, que existe como persona por
lo que compra y la
decepción causada por la imposibilidad de participar del mercado se vive como frustración
y decepción de uno mismo.
Nuestro país ha cambiado
enormemente en muchos aspectos claves; el sistema capitalista de consumo ha trastocado
absolutamente nuestros estilos de vida y costumbres, poniendo en marcha una
nueva forma de relacionarnos con las cosas, con el tiempo, con nosotros mismo y
con los demás. Todas las instituciones sociales han sido reformateadas,
revisadas y corregidas por el consumo. Por tal razón, como futuros Psicólogos,
se hace fundamental estudiar los cambios en la estructura social, ya que éstos
tienen un impacto directo en el malestar individual al cual estamos llamados a dar
respuesta. Por tal motivo, el impacto de la evolución del sistema de mercado en
la vida del sujeto consumidor del Chile de hoy es el tema de este trabajo.
Como
base de sustento teórico, para la presente investigación se consideró
importante el análisis de la teoría del Sociólogo francés Gilles Lipovetsky que
sustenta la temática en cuestión..
A partir de
lo anterior será necesario, para comprender la complejidad de lo presentado,
pensar la relación existente entre las transformaciones sociales y sus efectos
posibles en la subjetividad, apuntando a los lazos y lugares de afectación mutua
que den cuenta de esta relación codeterminada. Se podría pensar en función de
esta doble afectación en los efectos psíquicos de las transformaciones sociales
en la subjetividad, con el fin de comprender de manera más precisa los efectos del sistema
capitalista en los chilenos y pensar una dirección de la cura posible.
1.3.- Objetivo
general:
“Analizar los efectos que tiene sobre el
individuo, el actual sistema capitalista de Chile”.
1.4.- Objetivos
específicos:
a.- “Describir al actual sujeto consumidor y detallar sus principales
alteraciones ocasionadas por la acción del sistema capitalista”.
b.- “Señalar los cambios
perniciosos que el consumo ha ocasionado en el sistema familiar, educativo y
social”.
c.- “Mostrar los principales aportes que el Psicoanálisis podría ofrecer
al nuevo malestar del sujeto consumidor”.
1.5.-
Supuestos:
a.- Entre más trinfa el desarrollo
económico, el consumo y la mejora de las
condiciones materiales en Chile, más se multiplican las desorganizaciones de la
vida mental, el sufrimiento psicológico y el esfuerzo de vivir.
b.- El consumo construye gran parte
de la identidad de las personas. El individuo de hoy demuestra —al menos parcialmente— que existe como
individuo único por los objetos que compra.
c.- La pobreza material es vivida en
los chilenos como carencia de autonomía y de proyecto, como sensación de
fracaso y de hundimiento social.
d.- El consumo moderno está
convirtiendo a los individuos en niños, siempre al acecho de novedades y nuevos
objetos de consumo.
e.- Se evidencia una digregación de
las familias chilenas, con la pérdida de la autoridad parental, que da lugar a
la erosión del sentido de límites y prohibiciones; una juventud más abandonada
a sí misma, despojada de referentes, sucumbe al consumo perdiendo la capacidad
de superar las frustraciones y el adulto, cada vez menos preparado para
afrontar los conflictos.
II.-
Discusión teórica
2.1.- La
sociedad de la felicidad paradójica
Según Lipovetsky (2006), la inmensa mayoría de las
personas se declara feliz, a pesar de lo
cual, la tristeza y la tensión, las depresiones y la ansiedad forman un rio que
crece de manera inquietante. Lo anterior, reflejo de la principal característica
de la nueva sociedad de consumo de nuestros tiempos, y es que incluso en el
momento en que nuestro país es más rico y poderoso que nunca, somos al mismo
tiempo, contemporaneos de la espiral en aumento de la ansiedad, de las
depresiones, las carencias de autoestima y el duro trabajo de vivir. A todas
las personas les cuesta cada vez más afrontar las dificultades de la vida,
todos tienen la sensación que la vida es más opresiva, más caótica y más
insoportable; paradójicamente, cuando mejoran las condiciones materiales.
Para Lipovetsky (2006), nuestra civilización destruye la
tranquilidad con uno mismo y la paz con el mundo, ya que es como si las
insatisfacciones respecto de uno mismo aumentaran en razón proporcional a las
satisfacciones aportadas por el mercado. Cada vez más satisfacciones materiales,
cada vez más viajes, autos, esperanza y calidad de vida: pero eso no nos ha
abierto de par en par las puertas de la alegría de vivir.
2.2.- El
sujeto consumidor
La tendencia radica en que mientras más se consume, más
se quiere consumir, ya que a la satisfacción de una necesidad le siguen inmediatamente
nuevas demandas (Lipovetsky, 2006, p. 33). “Pienso luego existo” decía en
otrora Descartes, “sufro, luego compro” la tendencia del sujeto consumista
actual, ya que cuanto más aislado o frustrado está el individuo, más consuelo
busca en las satisfacciones inmediatas de la mercancía. El consumo ejerce su
influencia en la medida en que tiene capacidad para aturdir o adormecer, para
ofrecerse como paliativo de los deseos frustrados del hombre moderno. Se compra
en proporción con el amor que falta, ya que ir de compras permite llenar un
vacío, reducir el malestar del que se es presa (Lipovetsky, 2006, p. 54).
2.3.- El Individualismo
La multiplicación de los objetos
personales tiene efectos considerables, cada cual puede organizar su vida
privada a su manera, independientemente de los demás. Hay un uso personalizado
del espacio, del tiempo y de los objetos; ésto en todas las edades y en todos
los medios. Objetos como el teléfono móvil, el internet, el automovil, el
microondas, tienen en común que permiten a los individuos construir de manera
autónoma su propio espacio-tiempo. Es el momento del desajuste de los ritmos en
el interior de la familia chilena (Lipovetsky,
2006, p. 97).
2.4.- Identidades frágiles
En estas condiciones, para
Lipovetsky (2006) el consumo construye gran parte de la identidad de las
personas. El individuo de hoy, demuestra al menos parcialmente que existe como
individuo único, por lo que compra, por los objetos que pueblan su universo
personal y familiar. Al comprar ésta o aquella marca, el adolescente hace una
elección que le diferencia del mundo de sus padres. Si el logotipo tiene para él
una importancia tal es porque permite una pertenencia reivindicadora por el yo
y no ya una pertenencia recibida, como un destino social, familiar. Exhibiendo
en público esta marca, el adolescente se reconoce por ella como si fuese una de
las banderas de su personalidad, la cual es totalmente artificial y engañosa. (Lipovetsky, 2006, p. 46).
Esta fuerte participación del
consumo en la creación de identidades, responde a las características de una época
actual en donde las tradiciones, la religión y la política producen cada vez
menos identidad central en los sujetos, adquiriendo el consumo, una nueva y
creciente función ontológica, dando una respuesta tangible, aunque superficial,
a la eterna pregunta del ¿Quién soy? (Lipovetsky, 2006, p. 40).
Mediador de la verdadera vida, el
consumo se tiene así mismo por algo que permite librarse del desprecio social y
de la imagen negativa de uno mismo. Lo importante no es ya “imponerse” a los
demás, sino más bien, no sentirse rebajado y estar satisfecho de sí mismo,
confirmando el propio valor ante los propios ojos.
2.5.- Consumo y decepción de uno mismo
A semejanza de los pacientes en
tratamiento psicoterapéutico ineficaz, la decepción causada por los objetos de
consumo se sustituye por la decepción de uno mismo (Lipovetsky, 2006, p. 153).
En añadidura, Lipovetsky (2006)
postula que nuestra actual civilización de consumo, al remetir cada vez más al
individuo a sí mismo, crea más ocaciones de angustia. La explosión de las depresiones
y las ansiedades, los síntomas de deterioro de la austoestima señalan la nueva
vulnerabilidad del individuo, la cual es inseparable de la civilización de la
felicidad. Las opiniones negativas sobre uno mismo, las dudas sobre el valor de
la existencia presente, la sensación de haber fracasado en la vida constituyen
de manera creciente una de las tendencias del individualismo reflexivo: ahí se
encuentra el fracaso de la cultura chilena del consumo y de la felicidad.
A su vez, Lipovetsky (2006)
especifica que la pobreza material es vivida en las personas como carencia de
autonomía y de proyecto, como obsesión por sobrevivir, como sensación de
fracaso y de hundimiento social. En la sociedad chilena, la precariedad
económica intensifica el trastorno psicológico y la convicción de haber
fracasado en la vida. Esta precariedad se vive como una crisis de identidad,
una experiencia humillante y deprimente. En las sociedades liberales como la
nuestra, dominadas por la dinámica de individualización y liberadas de las
promesas de lucha de clases, la pobreza ha cambiado de sentido: al no estar ya
identificado con un destino de clase, remite a un fracaso e insuficiencia
personal que generalmente acarrea autoacusaciones.
Por dicha razón, entre más trinfa
el desarrollo económico, el consumo y la
mejora de las condiciones materiales, más se multiplican las desorganizaciones
de la vida mental, el sufrimiento psicológico y el esfuerzo de vivir de los
chilenos.
2.6.- Debilitación de los movimientos colectivos
En una era caracterizada por la
debilitación de los movimientos colectivos y por la exigencia de ser uno mismo
responsable de su propia vida, la tarea de ser sujeto se ha vuelto agotadora,
deprimente y cada vez menos asumible. Puede que proceda de aquí la proliferación
de los desequilibrios psíquicos, esa catarata de sentimientos de insuficiencia
personal y de inseguridad interior (Lipovetsky,
2006, p. 192).
Por tal razón, como el individuo de
hoy se liberó de las grandes coacciones comunitarias y de clases sociales, es
inevitable que su búsqueda de la felicidad se vuelva problemática e
insatisfactoria su existencia. Este es el destino del sujeto independiente de
hoy, quien sin apoyo colectivo ni religioso, afronta solo las pruebas de la
vida. (Lipovetsky, 2006, p. 324). A
su vez, la revolución del
consumo ha dejado a los individuos a merced de sus propias fuerzas y éstos
deben afrontar los problemas de la existencia sin contar con regulaciones ni
apoyos colectivos.
Otro aspecto a resaltar por
Lipovetsky (2006) en la actual sociedad de consumo, es la marcada obsesión
perfeccionista de los individuos, con la irrupción de una cultura que se apoya
en los ideales de la competición y de superación de uno mismo. La “sociedad de la proeza”, es la imagen
dominante de nuestro país, en donde ya todos los dominios han caído bajo la lógica
de la competencia, el perfeccionamiento, la autosuperación y la carrera
desenfrenada por el éxito. Lo que inflama a la época actual es un estilo de
existencia dominado por ganar, por ser el mejor, sobresalir, superarse: es una
especie de sociedad democrática convertida a la religión del perfeccionismo.
Paradójicamente, el primer
imperativo para las personas no es superarse como individuo, sino más bien,
tener los ingresos necesarios para participar sin dificultades en el universo
de las satisfacciones comerciales (Lipovetsky,
2006, p. 256).
Las personas tienden cada vez más a culparse a sí mismos y no al
sistema, ya que cada cual es ahora responsable de su éxito o de su fracaso. Son
los tiempos de un autocuestionamiento devaluador.
2.7.- El culto a la salud
Nada
expresa mejor la decadencia del espíritu causado por el consumo, que la
evolución de las demandas y de los comportamientos relacionados con la salud.
Según
Lipovetsky (2006), comer en abundancia o andar de farra ha dejado de ser una
pasión popular. La tendencia actual va de la mano del tomar conciencia de los
riesgos y corregir los hábitos alimentarios: ya tenemos al usuario remitido a
su responsabilidad de sujeto. Los excesos de la mesa tenían un origen
colectivo, constituían una imagen de felicidad colectiva, ahora, se culpabiliza
a los indidivuos adquiriendo un carácter vergonzoso y patológico en una cultura
que ya no reconoce más que el control individualista de uno mismo.
Al mismo tiempo, nuestra sociedad se
caracteriza por ser una cultura preventiva, de ansiedad sanitaria y estética,
con un individualismo obsesionado por la precaución, la prevención, la
protección y el culto a la conservación personal. Es más, el ideal que persigue
hoy en día el individuo consumista es menos el goce que la salud.
Lo anterior acarrea que los
individuos vivan cada vez menos en la despreocupación del instante. La sociedad
de consumo conduce a cualquier cosa menos a la conciencia del presente consigo
mismo. En lugar de la conciliación con el instante, la cultura comporta una
relación cada vez más problemática y angustiante con uno mismo y con el tiempo
inmediato (Lipovetsky, 2006,
p. 76).
2.8.- La proliferación
del consumo de fármacos
Para
Lipovetsky (2006), en la actualidad el cuerpo se considera un material que
puede corregirse o transformarse a voluntad. Los sujetos quieren ahora elegir
su estado de ánimo, ser dueños de las eventualidades emocionales recurriendo a
fármacos psicotrópicos, cuyo consumo, como se sabe, no deja de crecer. El
individio consumista confía su suerte a la acción de susutancias químicas que
modifican sus estados psicológicos “desde el exterior”, sin análisis ni
trabajos subjetivos; renunciando a todo esfuerzo personal, abandonándose a la omnipotencia
de los productos químicos que trabajan en él, sin él. No se busca ya la solución
a nuestros males en nuestros recursos interiores, sino en la acción de tecnologías
moleculares que, además, tienen efecto adictivo. Cabe señalar que ésto no
elimina en absoluto los métodos psicoterapéuticos, pero es innegable que los fármacos
de la felicidad tienden a reducir su centralidad tradicional.
2.9.- El consumo como agente “infantilizador” de los
adultos
En el consumo se vive el sueño de
la eterna juventud, de un presente que siempre vuelve a comenzar (Lipovetsky, 2006, p. 64). Levi Strauss ya señalaba que el consumo moderno estaba
convirtiendo a los individuos en niños, siempre al acecho de novedades y nuevos
objetos. En este sentido, los jóvenes adultos parecen querer vivir en la
prolongación eterna de su infancia o adolescencia y el ideal de la vida adulta
seria y equilibrada desaparece en beneficio de modelos que legitiman emociones
infantiles. Con el consumo se trata de recuperar, a tiempo parcial,
sensaciones felices experimentadas en la
infancia, de recrear un universo de calma y placer, de no renunciar a nada (Lipovetsky,
2006, p. 67).
2.10.- La familia y los modelos educativos
Para Lipovetsky (2006), el consumo
también a repercutido la institución de la familia. Por ejemplo, el niño o el
preadolescente de hoy, ejerce una influencia cada vez mayor en las compras
realizadas por los padres. El “hijo mudo” forma parte de una época pasada: en
la situación actual, elige, emite voto, da consejo cuando se hacen las compras
y los padres tienen en cuanta sus deseos; transmitiéndole un estilo de consumo
cuyo fin es el placer. Estamos en la era en que el consumo se concibe como
instrumento de placer y desarrollo de la autonomía del hijo. También, como un
medio de “comprar la paz” en la familia, de hacerse perdonar por demasiadas
ausencias largas y al mismo tiempo, un derecho del hijo basado en el derecho a
la felicidad, a los placeres, a la individualidad.
Se evidencia una digregación de las
familias chilenas, con la pérdida de la autoridad parental, con las insuficiencias
de la educación, que dan lugar a la erosión del sentido de límites, de las
reglas y las prohibiciones. Una juventud más abandonada a sí misma y que,
despojada de referentes, sucumbe al consumo y muestra menos capacidad para
soportar las frustraciones y los impedimentos.
Por otro lado, para Lipovetsky (2006)
la educación de corte tradicionalista y autoritario también ha sido desplazada
por una educación sin obligación ni sanción, entregada al desarrollo del hijo,
a su satisfacción completa y felicidad inmediata. Ya no hay que castigar, sino
hacer todo lo posible para que el hijo no se sienta nunca insatisfecho o
desdichado, lo que refleja en algunos casos, evitar conflictos agotadores con
el hijo y verse en la incómoda situación de tener que decir que “no”. Así hay
multitud de padres que ya no imponen reglas ni estructuras fijas, aludiendo que
lesionana la personalidad del hijo y le ocasionan sufrimiento interior; ya no
quieren tanto inculcar el sentido del límite, el respeto y la obediencia, como
escuchar y satisfacer los deseos de los hijos. En este sentido, la actual
tendencia a la negativa de frustrar al hijo aparece como el estilo educativo
acorde a los valores del bienestar individualista, en donde la sociedad
consumista y la educación sin límites, son parte del mismo sistema.
Uno de los efectos de esta educación
es que tiende a privar a los hijos de reglas, de pautas ordenadas que son necesarias
para la estructuración psíquica. De aquí surguiría la inseguridad psicológica y
las personalidades vulnerables que no cuentan ya con esquemas disciplinarios
que en otros tiempos, permitían hacer frente a los momentos difíciles de la
vida; a lo imprevisto y a la nueva complejidad de la existencia. Poco o mal
preparado para someterse a los cambios de la fortuna, el hijo tiende a perder
la capacidad de superar las frustraciones y el adulto, cada vez menos preparado
para afrontar los conflictos.
2.11.- La carencia afectiva
A pesar de los deseos de más dinero
que se expresan con frecuencia creciente, para Lipovetsky (2006), lo que
acarrea las mayores alegrías y las peores desgracias a la mayoría de las
personas no es la adquisición de cosas,
sino, la relación con nosotros mismos y con los demás, ya que las sensaciones
de carencia que más se expresan hoy, se refieren a la comunicación, el amor,
las relaciones profesionales, el reconocimiento, el respeto y la autoestima. En
este sentido, el deseo de cosas está lejos de haber colonizado totalmente los
ideales y los vínculos afectivos.
En una sociedad que no deja de
rendir culto al ideal amoroso, para Lipovetsky (2006), la relación estable y
exclusiva constituye un objeto ideal. Nuestra cultura favorece la realción
estable y no la dispersión sexual ni la promiscuidad. Lo anterior se promueve
porque la relación sentimental permite realizar una de las aspiraciones más
profundas de las personas: el ser reconocidos como subjetividad incanjeable. No
olvidemos que ser amado supone ser elegido, preferido a todos los demás. Por lo
tanto, si la experiencia amorosa propicia una exaltación así, es porque es
inseparable de las seducciones del espejo narcisista, porque halaga al yo, que
se siente valorado o está esperando ser valorado como sujeto único. Por tal
motivo, cada vez son más los hombres y mujeres que reconocen tener dificultades
para amar de un modo prolongado, mostrándose escépticos ante la posibilidad de
amar a la misma persona toda la vida. La vida sentimental de hoy tiende a
alienarse a las características efímeras y aceleradas del consumo; la vida
amorosa de hoy está estructurándose como el consumismo. Por el destronamiento
del mito del amor eterno, la descalificación de los ideales de sacrificio, el
aumento de las relaciones temprorales y la inestabilidad, estaríamos en
presencia de un consumismo sentimental, dominado por la repetida alternancia de
felicidad y tristeza, éxtasis y sufrimiento.
Lo mismo podemos apreciar en lo
relativo a la sexualidad. El balance es parajódico: mientras más individuos
gozan de una sexualidad dichosa, desacomplejada y variada, más crecen los decepcionados
y frustrados. En sociedades individualistas como la nuestra, donde la vida
sexual está libre de restricciones colectivas como en otros tiempos, las
exclusiones, las frustraciones y las insatisfacciones, son realidades
imposibles de ignorar, porque provienen de la propia dinámica de
individualización. Las personas son sujetos de decisión pero tambien, víctimas
de las leyes del amor y el azar, de los gustos subjetivos, de atracciones y
repulsiones. Es en este sentido como las leyes de la competencia individualista
crean inevitablemente ganadores y perdedores (Lipovetsky, 2006, p. 292).
2.12.- La
proliferación de terapias
El
chileno ya no está sólo deseoso de bienestar material: aparece como demadante
exponencial de confort psíquico, de armonía interior y plenitud subjetiva y de
ello dan fe el florecimiento de las técnicas derivadas del desarroollo personal
y el éxito de las doctrinas orientales, las nuevas espiritualidades y
religiones, las guías de felicidad y la sabiduría.
Para estos movimientos, bastaría con que las
personas armonicen sus pensamientos para que ocurra lo mismo en la vida.
¡Podemos ser tan felices como queramos! , ¡lo que nos llega es el reflejo de
nuestra actitud interior!, es el credo que repiten sin cesar los maestros de
espiritualidad y de desarrollo personal.
Naturalmente,
Lipovetsky (2006) no pretende negar que las prácticas de autodominio, la
religiosidad o la espiritualidad puedan
reconfortar y ayudarnos a vivir mejor, pero es una ilusión tremenda creer que
un sistema o método del orden que sea, pueda aportar la solución absoluta al
problema de la felicidad. Lo anterior es pasar por alto eso que, con el nombre
de inconsciente, reprensenta la imposibilidad que el yo sea totalmente
gobernado por el yo. Por tal razón y aunque muchas satisfacciones dependen de
nosotros, nuestras alegrías profundas no son cosas de las que dispongamos a
voluntad, son sentimientos que van y vienen, en gran parte, sin nosotros. Esta
nueva fe en la posibilidad de crear nuestra propia felicidad mediante la
conciencia es una ilusión a la que, probablemente, no se renunciara nunca del
todo.
Como
inevitablemente hay una parte recibida inconsciente, incontrolable en la experiencia
de la felicidad, más que elejirla yo, ella me elige a mí. La felicidad es una
especie de estado de gracia que viene cuando quiere, no cuando quiero yo. De
aquí las limitaciones de todas las doctrinas que enseñan el camino de la
felicidad sobrevalorando el poder de la conciencia en los estados de la
experiencia.
2.13.- Sociedad de consumo chilena: posible solución
Para Lipovetsky (2006), la tarea a
futuro es inventar nuevos modos de educación y trabajo que permitan a las
personas encontrar una identidad y satisfacciones que no sean los objetos
pasajeros del consumo. Si hay una salvación, reside en la creación o
perfeccionamiento de formas que permitan pasiones y gustos distintos al
consumo. Hay que maldecir menos la epidemia consumista y buscar más los medios
de orientar a las personas hacia metas más diversas. La búsqueda de la
felicidad en el consumo no debe tener el mismo poder de atracción que hoy y la
búsqueda de la autorrealización debe desviarse del camino sin fin de los
placeres del consumo.
2.14.- Aportes del Psicoanálisis frente al nuevo malestar del sujeto consumidor
El psicoanalísta argentino Juan Carlos Indart
(2003) se hace la siguiente pregunta: ¿Cuándo al ser humanos hay que hacerle
proliferar objetos? A lo que responde: ¡Cuando es muy niño! Se necesitan muchos
objetos para la crianza de un niño, pero se suponía, —en
los pasos clásicos de una crianza—
que para crecer y ser adulto había que moderar la proliferación de objetos.
Claro está que siempre quedarán algunos objetos, pero para crecer hay que
empezar a ocuparse por otras cosas.
En este sentido, como vivimos en el
mundo de la proliferación de objetos, en el sentido de la multiplicación de los
objetos de mercado, con todas las invenciones electrónicas, eso está en
estricta relación con que ya nadie crezca más; fenómeno que ha sido llamado como
el síndrome de Peter Pan, el cual explica que a los 30 o 40 años, la gente sea como
niños y ellas como niñas. Ésto es perfectamente correlativo a la proliferación
de objetos.
Por
eso la difícil aproximación de los sexos se va viendo cada vez más imposibilitada
y disimulada bajo una posición subjetiva que es la de un niño que cambia todo
tipo de objetos que necesita para un entretenimiento que dura cada vez menos y
que hay que cambiar constantemente por otros.
En
este sentido, para Indart (2003) la
degradación de la vida amorosa, las soledades por las cuales los sexos
comienzan a exiliarse cada vez más y toda la sintomatología social de nuestra
época es un efecto de un mercado que sólo busca que la gente goce a nivel de
proliferación de objetos.
Según
Indart (2003), solamente con que el psicoanálisis consiga que un sujeto
verifique la tontería que hay en su apego, en su búsqueda de un objeto,
permitiría una invención más adulta del amor y la sexualidad. Por otro lado, se
sabe que para el psicoanálisis no hay un saber cierto sobre la sexualidad o una
forma que permita el buen entendimiento entre ellos y ellas, pero seguramente,
hay que dejar de ser niño para conseguir algunos inventos mejor orientados.
Por
consiguiente, para Indart (2003) la declinación de la virilidad, la caída de la
posición masculina, la dificultad de los hombres para poder ser padres, —con las consiguientes soledades de
las mujeres y sus intentos de ser madres solteras y querer tener una vida lo más
parecida posible al hombre—.
Todo ésto que pasa, está estrictamente relacionado con un mercado que conduce a
la gente al goce tan intenso como efímero e infantil de esa proliferación de
objetos.
2.15.- Qué lugar ocupa hoy el
psicoanalista
Para
el psicoanalista argentino Leonardo
Gorostiza (2008), si los sujetos buscan colmarse con los objetos que les ofrece
el mercado, el psicoanalista está llamado a ocupar el lugar de alguno de esos
objetos para introducir un cambio fundamental. Porque los objetos de la
tecnociencia lo que hacen sobre el goce o las satisfacciones de cada uno, es
hacer entrar al sujeto en un régimen cuantitativo. Ésto quiere decir, tener más
o menos satisfacción en función del mejor o peor objeto de la tecnociencia que
se tenga. Mientras el sujeto esté más cerca del objeto que el mercado está
produciendo, estará más satisfecho; pero si tiene acceso a un objeto más
obsoleto estará menos satisfecho; ésta es claramente la ilusión del mercado, ya
que después aparecerá otro objeto y así sucesivamente.
Por
tal motivo, para Gorostiza (2008) el problema radica en que la satisfacción del
sujeto entra en un régimen de más y menos, quiere decir, en un régimen
cuatitativo; mientras que el psicoanálisis va a apuntar a que el sujeto que
sufre, se le pueda revelar que ahí donde sufre, hay una satisfacción, que es absolutamente
única, que es la de él y que eso escapa a la lógica del mercado capitalista.
III.- Bibliografía
1. Gorostiza,
L. (2008). Inconsistencia. Buenos Aires. Editorial Paidos.
2. Indart,
J. (2003). Esbozos de economía política y psicoanálisis. Buenos Aires. Editorial
Altamira.
3. Lipovetsky,
G. (2006). La felicidad paradójica. París. Editorial Gallimard.