viernes, 22 de noviembre de 2013

LOS EFECTOS DEL SISTEMA CAPITALISTA CHILENO EN EL SUJETO CONSUMIDOR



INDICE
I.  Delimitación de la investigación                                                                   
1.1   Problema de investigación
1.2   Fundamentación del problema de investigación         
1.3   Objetivo general                                                                
1.4   Objetivos específicos                                                         
1.5   Supuestos              
                                        
II. Discusión teórica                                                                                                                
2.1.- La sociedad de la felicidad paradójica
2.2.- El sujeto consumidor
2.3.- El Individualismo
2.4.- Identidades frágiles
2.5.- Consumo y decepción de uno mismo
2.6.- Debilitación de los  movimientos colectivos
2.7.- El culto a la salud
2.8.- La proliferación del consumo de fármacos
2.9.- El consumo como agente “infantilizador” de los adultos
2.10.- La familia y los modelos educativos
2.11.- La carencia afectiva
2.12.- La proliferación de terapias
2.13.- Sociedad de consumo chilena: posible solución
2.14.- Aportes del Psicoanálisis frente al nuevo malestar del sujeto consumidor
2.15.- Qué lugar ocupa hoy el psicoanalista
                            
III. Bibliografía        
                                                                                      
I.- Delimitación de la investigación

1.1.- Problema de investigación


¿Qué efectos tiene sobre el individuo el actual sistema de libre mercado chileno?

1.2.- Fundamentación del problema de investigación


Vivimos en la era en que nuestro país es más rico y poderoso que nunca antes en su historia. Nuestra nación no para de resaltar a nivel mundial como una de las economías más pujantes y crecientes del último tiempo; convirtiéndose en el país más rico de la región. La pobreza abrevia sus cifras cada año, el acceso de los chilenos al consumo de distintos tipos de bienes materiales aumenta año tras año, la educación llega a casi la totalidad de la población, los niveles de alfabetización han crecido considerablemente. Cada vez son más los jóvenes que pueden seguir sus estudios técnicos y universitarios, la esperanza de vida de los chilenos, producto de los avances en salud, es la mejor de latinoamérica, la expansión de la economía nacional permite a los chilenos el acceso masivo a las más altas tecnologías de comunicación y conectividad, desciende la cesantía, nunca antes los chilenos han gozado de tanto poder adquisitivo para consumir, viajar y realizar infinitas actividades de ocio.
La calidad de vida de los chilenos aumenta sin límites, a pesar de lo cual, el aumento de licencias médicas, el incremento de consultas psiquiátricas, el auge de las depresiones, el consumo indiscriminado de fármacos, las ansiedades de todo tipo, el sobreendeudamiento, los divorsios, los distintos tipos de adicciones, los sentimientos de soledad, fracaso y las cada vez más crecientes dificultades para vivir, también aumentan a paso firme.
El consumo se ha convertido en pieza escencial para alcanzar la felicidad. El individuo de hoy demuestra, al menos parcialmente, que existe como persona por lo que compra y la decepción causada por la imposibilidad de participar del mercado se vive como frustración y decepción de uno mismo.
Nuestro país ha cambiado enormemente en muchos aspectos claves; el sistema capitalista de consumo ha trastocado absolutamente nuestros estilos de vida y costumbres, poniendo en marcha una nueva forma de relacionarnos con las cosas, con el tiempo, con nosotros mismo y con los demás. Todas las instituciones sociales han sido reformateadas, revisadas y corregidas por el consumo. Por tal razón, como futuros Psicólogos, se hace fundamental estudiar los cambios en la estructura social, ya que éstos tienen un impacto directo en el malestar individual al cual estamos llamados a dar respuesta. Por tal motivo, el impacto de la evolución del sistema de mercado en la vida del sujeto consumidor del Chile de hoy es el tema de este trabajo.
Como base de sustento teórico, para la presente investigación se consideró importante el análisis de la teoría del Sociólogo francés Gilles Lipovetsky que sustenta la temática en cuestión..
A partir de lo anterior será necesario, para comprender la complejidad de lo presentado, pensar la relación existente entre las transformaciones sociales y sus efectos posibles en la subjetividad, apuntando a los lazos y lugares de afectación mutua que den cuenta de esta relación codeterminada. Se podría pensar en función de esta doble afectación en los efectos psíquicos de las transformaciones sociales en la subjetividad, con el fin de comprender de manera más precisa los efectos del sistema capitalista en los chilenos y pensar una dirección de la cura posible.

1.3.- Objetivo general:

     “Analizar los efectos que tiene sobre el individuo, el actual sistema capitalista de Chile”.

1.4.- Objetivos específicos:

a.- “Describir al actual sujeto consumidor y detallar sus principales alteraciones  ocasionadas  por la acción del sistema capitalista”.

b.-  “Señalar los cambios perniciosos que el consumo ha ocasionado en el sistema familiar, educativo y social”.

c.- “Mostrar los principales aportes que el Psicoanálisis podría ofrecer al nuevo malestar del sujeto consumidor”.

1.5.- Supuestos:

a.- Entre más trinfa el desarrollo económico, el consumo y  la mejora de las condiciones materiales en Chile, más se multiplican las desorganizaciones de la vida mental, el sufrimiento psicológico y el esfuerzo de vivir.

b.- El consumo construye gran parte de la identidad de las personas. El individuo de hoy demuestra al menos parcialmente que existe como individuo único por los objetos que compra.

c.- La pobreza material es vivida en los chilenos como carencia de autonomía y de proyecto, como sensación de fracaso y de hundimiento social.

d.- El consumo moderno está convirtiendo a los individuos en niños, siempre al acecho de novedades y nuevos objetos de consumo.

e.- Se evidencia una digregación de las familias chilenas, con la pérdida de la autoridad parental, que da lugar a la erosión del sentido de límites y prohibiciones; una juventud más abandonada a sí misma, despojada de referentes, sucumbe al consumo perdiendo la capacidad de superar las frustraciones y el adulto, cada vez menos preparado para afrontar los conflictos.

II.- Discusión teórica

2.1.- La sociedad de la felicidad paradójica
Según Lipovetsky (2006), la inmensa mayoría de las personas  se declara feliz, a pesar de lo cual, la tristeza y la tensión, las depresiones y la ansiedad forman un rio que crece de manera inquietante. Lo anterior, reflejo de la principal característica de la nueva sociedad de consumo de nuestros tiempos, y es que incluso en el momento en que nuestro país es más rico y poderoso que nunca, somos al mismo tiempo, contemporaneos de la espiral en aumento de la ansiedad, de las depresiones, las carencias de autoestima y el duro trabajo de vivir. A todas las personas les cuesta cada vez más afrontar las dificultades de la vida, todos tienen la sensación que la vida es más opresiva, más caótica y más insoportable; paradójicamente, cuando mejoran las condiciones materiales.
Para Lipovetsky (2006), nuestra civilización destruye la tranquilidad con uno mismo y la paz con el mundo, ya que es como si las insatisfacciones respecto de uno mismo aumentaran en razón proporcional a las satisfacciones aportadas por el mercado. Cada vez más satisfacciones materiales, cada vez más viajes, autos, esperanza y calidad de vida: pero eso no nos ha abierto de par en par las puertas de la alegría de vivir.

2.2.- El sujeto consumidor
La tendencia radica en que mientras más se consume, más se quiere consumir, ya que a la satisfacción de una necesidad le siguen inmediatamente nuevas demandas (Lipovetsky, 2006, p. 33). “Pienso luego existo” decía en otrora Descartes, “sufro, luego compro” la tendencia del sujeto consumista actual, ya que cuanto más aislado o frustrado está el individuo, más consuelo busca en las satisfacciones inmediatas de la mercancía. El consumo ejerce su influencia en la medida en que tiene capacidad para aturdir o adormecer, para ofrecerse como paliativo de los deseos frustrados del hombre moderno. Se compra en proporción con el amor que falta, ya que ir de compras permite llenar un vacío, reducir el malestar del que se es presa (Lipovetsky, 2006, p. 54).

2.3.- El Individualismo
           La multiplicación de los objetos personales tiene efectos considerables, cada cual puede organizar su vida privada a su manera, independientemente de los demás. Hay un uso personalizado del espacio, del tiempo y de los objetos; ésto en todas las edades y en todos los medios. Objetos como el teléfono móvil, el internet, el automovil, el microondas, tienen en común que permiten a los individuos construir de manera autónoma su propio espacio-tiempo. Es el momento del desajuste de los ritmos en el interior de la familia chilena (Lipovetsky, 2006, p. 97).

2.4.- Identidades frágiles
            En estas condiciones, para Lipovetsky (2006) el consumo construye gran parte de la identidad de las personas. El individuo de hoy, demuestra al menos parcialmente que existe como individuo único, por lo que compra, por los objetos que pueblan su universo personal y familiar. Al comprar ésta o aquella marca, el adolescente hace una elección que le diferencia del mundo de sus padres. Si el logotipo tiene para él una importancia tal es porque permite una pertenencia reivindicadora por el yo y no ya una pertenencia recibida, como un destino social, familiar. Exhibiendo en público esta marca, el adolescente se reconoce por ella como si fuese una de las banderas de su personalidad, la cual es totalmente artificial y engañosa. (Lipovetsky, 2006, p. 46).
            Esta fuerte participación del consumo en la creación de identidades, responde a las características de una época actual en donde las tradiciones, la religión y la política producen cada vez menos identidad central en los sujetos, adquiriendo el consumo, una nueva y creciente función ontológica, dando una respuesta tangible, aunque superficial, a la eterna pregunta del ¿Quién soy? (Lipovetsky, 2006, p. 40).
           Mediador de la verdadera vida, el consumo se tiene así mismo por algo que permite librarse del desprecio social y de la imagen negativa de uno mismo. Lo importante no es ya “imponerse” a los demás, sino más bien, no sentirse rebajado y estar satisfecho de sí mismo, confirmando el propio valor ante los propios ojos.

2.5.- Consumo y decepción de uno mismo
            A semejanza de los pacientes en tratamiento psicoterapéutico ineficaz, la decepción causada por los objetos de consumo se sustituye por la decepción de uno mismo (Lipovetsky, 2006, p. 153).
            En añadidura, Lipovetsky (2006) postula que nuestra actual civilización de consumo, al remetir cada vez más al individuo a sí mismo, crea más ocaciones de angustia. La explosión de las depresiones y las ansiedades, los síntomas de deterioro de la austoestima señalan la nueva vulnerabilidad del individuo, la cual es inseparable de la civilización de la felicidad. Las opiniones negativas sobre uno mismo, las dudas sobre el valor de la existencia presente, la sensación de haber fracasado en la vida constituyen de manera creciente una de las tendencias del individualismo reflexivo: ahí se encuentra el fracaso de la cultura chilena del consumo y de la felicidad.
            A su vez, Lipovetsky (2006) especifica que la pobreza material es vivida en las personas como carencia de autonomía y de proyecto, como obsesión por sobrevivir, como sensación de fracaso y de hundimiento social. En la sociedad chilena, la precariedad económica intensifica el trastorno psicológico y la convicción de haber fracasado en la vida. Esta precariedad se vive como una crisis de identidad, una experiencia humillante y deprimente. En las sociedades liberales como la nuestra, dominadas por la dinámica de individualización y liberadas de las promesas de lucha de clases, la pobreza ha cambiado de sentido: al no estar ya identificado con un destino de clase, remite a un fracaso e insuficiencia personal que generalmente acarrea autoacusaciones.
            Por dicha razón, entre más trinfa el desarrollo económico, el consumo y  la mejora de las condiciones materiales, más se multiplican las desorganizaciones de la vida mental, el sufrimiento psicológico y el esfuerzo de vivir de los chilenos.

2.6.- Debilitación de los  movimientos colectivos
           En una era caracterizada por la debilitación de los movimientos colectivos y por la exigencia de ser uno mismo responsable de su propia vida, la tarea de ser sujeto se ha vuelto agotadora, deprimente y cada vez menos asumible. Puede que proceda de aquí la proliferación de los desequilibrios psíquicos, esa catarata de sentimientos de insuficiencia personal y de inseguridad interior (Lipovetsky, 2006, p. 192).
           Por tal razón, como el individuo de hoy se liberó de las grandes coacciones comunitarias y de clases sociales, es inevitable que su búsqueda de la felicidad se vuelva problemática e insatisfactoria su existencia. Este es el destino del sujeto independiente de hoy, quien sin apoyo colectivo ni religioso, afronta solo las pruebas de la vida. (Lipovetsky, 2006, p. 324). A su vez, la revolución del consumo ha dejado a los individuos a merced de sus propias fuerzas y éstos deben afrontar los problemas de la existencia sin contar con regulaciones ni apoyos colectivos.
           Otro aspecto a resaltar por Lipovetsky (2006) en la actual sociedad de consumo, es la marcada obsesión perfeccionista de los individuos, con la irrupción de una cultura que se apoya en los ideales de la competición y de superación de uno mismo. La “sociedad de la proeza”, es la imagen dominante de nuestro país, en donde ya todos los dominios han caído bajo la lógica de la competencia, el perfeccionamiento, la autosuperación y la carrera desenfrenada por el éxito. Lo que inflama a la época actual es un estilo de existencia dominado por ganar, por ser el mejor, sobresalir, superarse: es una especie de sociedad democrática convertida a la religión del perfeccionismo.
            Paradójicamente, el primer imperativo para las personas no es superarse como individuo, sino más bien, tener los ingresos necesarios para participar sin dificultades en el universo de las satisfacciones comerciales (Lipovetsky, 2006, p. 256).
           Las personas tienden  cada vez más a culparse a sí mismos y no al sistema, ya que cada cual es ahora responsable de su éxito o de su fracaso. Son los tiempos de un autocuestionamiento devaluador.

2.7.- El culto a la salud
          Nada expresa mejor la decadencia del espíritu causado por el consumo, que la evolución de las demandas y de los comportamientos relacionados con la salud.
           Según Lipovetsky (2006), comer en abundancia o andar de farra ha dejado de ser una pasión popular. La tendencia actual va de la mano del tomar conciencia de los riesgos y corregir los hábitos alimentarios: ya tenemos al usuario remitido a su responsabilidad de sujeto. Los excesos de la mesa tenían un origen colectivo, constituían una imagen de felicidad colectiva, ahora, se culpabiliza a los indidivuos adquiriendo un carácter vergonzoso y patológico en una cultura que ya no reconoce más que el control individualista de uno mismo. 
           Al mismo tiempo, nuestra sociedad se caracteriza por ser una cultura preventiva, de ansiedad sanitaria y estética, con un individualismo obsesionado por la precaución, la prevención, la protección y el culto a la conservación personal. Es más, el ideal que persigue hoy en día el individuo consumista es menos el goce que la salud.
           Lo anterior acarrea que los individuos vivan cada vez menos en la despreocupación del instante. La sociedad de consumo conduce a cualquier cosa menos a la conciencia del presente consigo mismo. En lugar de la conciliación con el instante, la cultura comporta una relación cada vez más problemática y angustiante con uno mismo y con el tiempo inmediato (Lipovetsky, 2006, p. 76).

2.8.- La proliferación del consumo de fármacos
            Para Lipovetsky (2006), en la actualidad el cuerpo se considera un material que puede corregirse o transformarse a voluntad. Los sujetos quieren ahora elegir su estado de ánimo, ser dueños de las eventualidades emocionales recurriendo a fármacos psicotrópicos, cuyo consumo, como se sabe, no deja de crecer. El individio consumista confía su suerte a la acción de susutancias químicas que modifican sus estados psicológicos “desde el exterior”, sin análisis ni trabajos subjetivos; renunciando a todo esfuerzo personal, abandonándose a la omnipotencia de los productos químicos que trabajan en él, sin él. No se busca ya la solución a nuestros males en nuestros recursos interiores, sino en la acción de tecnologías moleculares que, además, tienen efecto adictivo. Cabe señalar que ésto no elimina en absoluto los métodos psicoterapéuticos, pero es innegable que los fármacos de la felicidad tienden a reducir su centralidad tradicional.

2.9.- El consumo como agente “infantilizador” de los adultos
            En el consumo se vive el sueño de la eterna juventud, de un presente que siempre vuelve a comenzar (Lipovetsky, 2006, p. 64). Levi Strauss ya señalaba que el consumo moderno estaba convirtiendo a los individuos en niños, siempre al acecho de novedades y nuevos objetos. En este sentido, los jóvenes adultos parecen querer vivir en la prolongación eterna de su infancia o adolescencia y el ideal de la vida adulta seria y equilibrada desaparece en beneficio de modelos que legitiman emociones infantiles. Con el consumo se trata de recuperar, a tiempo parcial, sensaciones  felices experimentadas en la infancia, de recrear un universo de calma y placer, de no renunciar a nada (Lipovetsky, 2006, p. 67).
  
2.10.- La familia y los modelos educativos
            Para Lipovetsky (2006), el consumo también a repercutido la institución de la familia. Por ejemplo, el niño o el preadolescente de hoy, ejerce una influencia cada vez mayor en las compras realizadas por los padres. El “hijo mudo” forma parte de una época pasada: en la situación actual, elige, emite voto, da consejo cuando se hacen las compras y los padres tienen en cuanta sus deseos; transmitiéndole un estilo de consumo cuyo fin es el placer. Estamos en la era en que el consumo se concibe como instrumento de placer y desarrollo de la autonomía del hijo. También, como un medio de “comprar la paz” en la familia, de hacerse perdonar por demasiadas ausencias largas y al mismo tiempo, un derecho del hijo basado en el derecho a la felicidad, a los placeres, a la individualidad.
           Se evidencia una digregación de las familias chilenas, con la pérdida de la autoridad parental, con las insuficiencias de la educación, que dan lugar a la erosión del sentido de límites, de las reglas y las prohibiciones. Una juventud más abandonada a sí misma y que, despojada de referentes, sucumbe al consumo y muestra menos capacidad para soportar las frustraciones y los impedimentos.
            Por otro lado, para Lipovetsky (2006) la educación de corte tradicionalista y autoritario también ha sido desplazada por una educación sin obligación ni sanción, entregada al desarrollo del hijo, a su satisfacción completa y felicidad inmediata. Ya no hay que castigar, sino hacer todo lo posible para que el hijo no se sienta nunca insatisfecho o desdichado, lo que refleja en algunos casos, evitar conflictos agotadores con el hijo y verse en la incómoda situación de tener que decir que “no”. Así hay multitud de padres que ya no imponen reglas ni estructuras fijas, aludiendo que lesionana la personalidad del hijo y le ocasionan sufrimiento interior; ya no quieren tanto inculcar el sentido del límite, el respeto y la obediencia, como escuchar y satisfacer los deseos de los hijos. En este sentido, la actual tendencia a la negativa de frustrar al hijo aparece como el estilo educativo acorde a los valores del bienestar individualista, en donde la sociedad consumista y la educación sin límites, son parte del mismo sistema.
            Uno de los efectos de esta educación es que tiende a privar a los hijos de reglas, de pautas ordenadas que son necesarias para la estructuración psíquica. De aquí surguiría la inseguridad psicológica y las personalidades vulnerables que no cuentan ya con esquemas disciplinarios que en otros tiempos, permitían hacer frente a los momentos difíciles de la vida; a lo imprevisto y a la nueva complejidad de la existencia. Poco o mal preparado para someterse a los cambios de la fortuna, el hijo tiende a perder la capacidad de superar las frustraciones y el adulto, cada vez menos preparado para afrontar los conflictos.

2.11.- La carencia afectiva
            A pesar de los deseos de más dinero que se expresan con frecuencia creciente, para Lipovetsky (2006), lo que acarrea las mayores alegrías y las peores desgracias a la mayoría de las personas  no es la adquisición de cosas, sino, la relación con nosotros mismos y con los demás, ya que las sensaciones de carencia que más se expresan hoy, se refieren a la comunicación, el amor, las relaciones profesionales, el reconocimiento, el respeto y la autoestima. En este sentido, el deseo de cosas está lejos de haber colonizado totalmente los ideales y los vínculos afectivos.
            En una sociedad que no deja de rendir culto al ideal amoroso, para Lipovetsky (2006), la relación estable y exclusiva constituye un objeto ideal. Nuestra cultura favorece la realción estable y no la dispersión sexual ni la promiscuidad. Lo anterior se promueve porque la relación sentimental permite realizar una de las aspiraciones más profundas de las personas: el ser reconocidos como subjetividad incanjeable. No olvidemos que ser amado supone ser elegido, preferido a todos los demás. Por lo tanto, si la experiencia amorosa propicia una exaltación así, es porque es inseparable de las seducciones del espejo narcisista, porque halaga al yo, que se siente valorado o está esperando ser valorado como sujeto único. Por tal motivo, cada vez son más los hombres y mujeres que reconocen tener dificultades para amar de un modo prolongado, mostrándose escépticos ante la posibilidad de amar a la misma persona toda la vida. La vida sentimental de hoy tiende a alienarse a las características efímeras y aceleradas del consumo; la vida amorosa de hoy está estructurándose como el consumismo. Por el destronamiento del mito del amor eterno, la descalificación de los ideales de sacrificio, el aumento de las relaciones temprorales y la inestabilidad, estaríamos en presencia de un consumismo sentimental, dominado por la repetida alternancia de felicidad y tristeza, éxtasis y sufrimiento.
           Lo mismo podemos apreciar en lo relativo a la sexualidad. El balance es parajódico: mientras más individuos gozan de una sexualidad dichosa, desacomplejada y variada, más crecen los decepcionados y frustrados. En sociedades individualistas como la nuestra, donde la vida sexual está libre de restricciones colectivas como en otros tiempos, las exclusiones, las frustraciones y las insatisfacciones, son realidades imposibles de ignorar, porque provienen de la propia dinámica de individualización. Las personas son sujetos de decisión pero tambien, víctimas de las leyes del amor y el azar, de los gustos subjetivos, de atracciones y repulsiones. Es en este sentido como las leyes de la competencia individualista crean inevitablemente ganadores y perdedores (Lipovetsky, 2006, p. 292).

2.12.- La proliferación de terapias
            El chileno ya no está sólo deseoso de bienestar material: aparece como demadante exponencial de confort psíquico, de armonía interior y plenitud subjetiva y de ello dan fe el florecimiento de las técnicas derivadas del desarroollo personal y el éxito de las doctrinas orientales, las nuevas espiritualidades y religiones, las guías de felicidad y la sabiduría.
            Para estos movimientos, bastaría con que las personas armonicen sus pensamientos para que ocurra lo mismo en la vida. ¡Podemos ser tan felices como queramos! , ¡lo que nos llega es el reflejo de nuestra actitud interior!, es el credo que repiten sin cesar los maestros de espiritualidad y de desarrollo personal.
           Naturalmente, Lipovetsky (2006) no pretende negar que las prácticas de autodominio, la religiosidad o la espiritualidad  puedan reconfortar y ayudarnos a vivir mejor, pero es una ilusión tremenda creer que un sistema o método del orden que sea, pueda aportar la solución absoluta al problema de la felicidad. Lo anterior es pasar por alto eso que, con el nombre de inconsciente, reprensenta la imposibilidad que el yo sea totalmente gobernado por el yo. Por tal razón y aunque muchas satisfacciones dependen de nosotros, nuestras alegrías profundas no son cosas de las que dispongamos a voluntad, son sentimientos que van y vienen, en gran parte, sin nosotros. Esta nueva fe en la posibilidad de crear nuestra propia felicidad mediante la conciencia es una ilusión a la que, probablemente, no se renunciara nunca del todo.
            Como inevitablemente hay una parte recibida inconsciente, incontrolable en la experiencia de la felicidad, más que elejirla yo, ella me elige a mí. La felicidad es una especie de estado de gracia que viene cuando quiere, no cuando quiero yo. De aquí las limitaciones de todas las doctrinas que enseñan el camino de la felicidad sobrevalorando el poder de la conciencia en los estados de la experiencia.

2.13.- Sociedad de consumo chilena: posible solución
           Para Lipovetsky (2006), la tarea a futuro es inventar nuevos modos de educación y trabajo que permitan a las personas encontrar una identidad y satisfacciones que no sean los objetos pasajeros del consumo. Si hay una salvación, reside en la creación o perfeccionamiento de formas que permitan pasiones y gustos distintos al consumo. Hay que maldecir menos la epidemia consumista y buscar más los medios de orientar a las personas hacia metas más diversas. La búsqueda de la felicidad en el consumo no debe tener el mismo poder de atracción que hoy y la búsqueda de la autorrealización debe desviarse del camino sin fin de los placeres del consumo.

2.14.- Aportes del Psicoanálisis frente al nuevo malestar del sujeto consumidor
            El  psicoanalísta argentino Juan Carlos Indart (2003) se hace la siguiente pregunta: ¿Cuándo al ser humanos hay que hacerle proliferar objetos? A lo que responde: ¡Cuando es muy niño! Se necesitan muchos objetos para la crianza de un niño, pero se suponía,  en los pasos clásicos de una crianza que para crecer y ser adulto había que moderar la proliferación de objetos. Claro está que siempre quedarán algunos objetos, pero para crecer hay que empezar a ocuparse por otras cosas.
            En este sentido, como vivimos en el mundo de la proliferación de objetos, en el sentido de la multiplicación de los objetos de mercado, con todas las invenciones electrónicas, eso está en estricta relación con que ya nadie crezca más; fenómeno que ha sido llamado como el síndrome de Peter Pan, el cual explica que a los 30 o 40 años, la gente sea como niños y ellas como niñas. Ésto es perfectamente correlativo a la proliferación de objetos.
Por eso la difícil aproximación de los sexos se va viendo cada vez más imposibilitada y disimulada bajo una posición subjetiva que es la de un niño que cambia todo tipo de objetos que necesita para un entretenimiento que dura cada vez menos y que hay que cambiar constantemente por otros.
En este sentido,  para Indart (2003) la degradación de la vida amorosa, las soledades por las cuales los sexos comienzan a exiliarse cada vez más y toda la sintomatología social de nuestra época es un efecto de un mercado que sólo busca que la gente goce a nivel de proliferación de objetos.
Según Indart (2003), solamente con que el psicoanálisis consiga que un sujeto verifique la tontería que hay en su apego, en su búsqueda de un objeto, permitiría una invención más adulta del amor y la sexualidad. Por otro lado, se sabe que para el psicoanálisis no hay un saber cierto sobre la sexualidad o una forma que permita el buen entendimiento entre ellos y ellas, pero seguramente, hay que dejar de ser niño para conseguir algunos inventos mejor orientados.
Por consiguiente, para Indart (2003) la declinación de la virilidad, la caída de la posición masculina, la dificultad de los hombres para poder ser padres, con las consiguientes soledades de las mujeres y sus intentos de ser madres solteras y querer tener una vida lo más parecida posible al hombre. Todo ésto que pasa, está estrictamente relacionado con un mercado que conduce a la gente al goce tan intenso como efímero e infantil de esa proliferación de objetos.

2.15.- Qué lugar ocupa hoy el psicoanalista
Para el  psicoanalista argentino Leonardo Gorostiza (2008), si los sujetos buscan colmarse con los objetos que les ofrece el mercado, el psicoanalista está llamado a ocupar el lugar de alguno de esos objetos para introducir un cambio fundamental. Porque los objetos de la tecnociencia lo que hacen sobre el goce o las satisfacciones de cada uno, es hacer entrar al sujeto en un régimen cuantitativo. Ésto quiere decir, tener más o menos satisfacción en función del mejor o peor objeto de la tecnociencia que se tenga. Mientras el sujeto esté más cerca del objeto que el mercado está produciendo, estará más satisfecho; pero si tiene acceso a un objeto más obsoleto estará menos satisfecho; ésta es claramente la ilusión del mercado, ya que después aparecerá otro objeto y así sucesivamente.
Por tal motivo, para Gorostiza (2008) el problema radica en que la satisfacción del sujeto entra en un régimen de más y menos, quiere decir, en un régimen cuatitativo; mientras que el psicoanálisis va a apuntar a que el sujeto que sufre, se le pueda revelar que ahí donde sufre, hay una satisfacción, que es absolutamente única, que es la de él y que eso escapa a la lógica del mercado capitalista.

    
III.- Bibliografía

1.      Gorostiza, L. (2008). Inconsistencia. Buenos Aires. Editorial Paidos.


2.     Indart, J. (2003). Esbozos de economía política y psicoanálisis. Buenos Aires.    Editorial Altamira.


3.      Lipovetsky, G. (2006). La felicidad paradójica. París. Editorial Gallimard.










Observación de un posible caso de psicosis y sinthome



Resumen

El presente trabajo busca explicar el origen y desarrollo de la estructura psicótica, como también, el rol que desempeña en ésta el sinthome desde una mirada psicoanalítica, reconociendo las principales características y relaciones entre ambos conceptos. Para esto, mostraré el caso de un hombre que tras ocho años de presentar posibles síntomas de tipo psicótico, habría compensado parcialmente su desorganización mediante la formación de un sinthome particular. Describiré brevemente la historia familiar y biográfica del sujeto para vislumbrar el origen de la posible psicosis, su evolución y posterior resolución parcial, terminando con algunas consideraciones finales respecto al caso.

Palabras claves

Psicosis, sinthome, psicoanálisis, complejo de Edipo, Otro en la psicosis.

Introducción

Esta presentación la construyo a través de una experiencia personal, que me lleva a indagar sobre la psicosis y los modos de comprensión del funcionamiento del sinthome. En este contexto, el objetivo investigativo es brindar información al lector sobre la estructura psicótica y ahondar sobre la importancia de conocer el rol del sinthome para el tratamiento de pacientes psicóticos.
Con respecto a los trabajos sobre psicosis, se desprenden tres propuestas fundamentales en la literatura psicoanalítica. Por un lado, Melanie Klein (1965) será la primera en comenzar a tratar la psicosis, aludiendo a que en la clínica, es posible un paso de la psicosis a la neurosis; al igual como en el niño habría un constante devenir entre la posición esquizo-paranoide y la posición depresiva. No obstante para Freud, (1913) el tratamiento analítico estaba hecho preferentemente para el trabajo con neuróticos, ya que la psicosis, al ser estructural impediría tal devenir. Así lo entenderá Lacan (1975-76) quien por primera vez, hablará del concepto de sinthome, para explicar cómo algunas psicosis lograrían compensarse parcialmente mediante una formación substitutiva y precaria; la cual permitiría a la personalidad psicótica tener algún anclaje con la realidad, mediante una adaptación conductual.
Por tal razón, y con el proposito de ayudar a la comprensión de la relación entre psicosis y sinthome, mostraré el caso de un hombre con probable organización psicótica; el cual habría compensado su estructura mediante un sinthome particular; y a quien llamaré por el seudónimo de R.M
Entrado en la adolescencia, éste comienza a expresar cambios bruscos en su conducta, los cuales desembocan en la manifestación de posibles síntomas psicóticos (delirios, alucinaciones, e hipocondría). Ésto acarrió que el sujeto pasara los últimos 8 años de su vida en un ir y venir entre posibles brotes psicóticos y compensación; entre contacto con el mundo exterior y aislamiento doméstico. Esta fragilidad provocó en R.M, una absoluta incapacidad para mantener en el tiempo actividad alguna; ni pensar en un plan de estudios y los trabajos esporádicos que lograba obtener, eran rápidamente abandonados.
Con todo en su contra, R.M postula y es aceptado en un curso de formación técnica para el trabajo, de iniciativa gubernamental el cual le ofrece un título técnico en el area de mayor interés para él, la computación. Ahora bien, si la tendencia de R.M era abandonar y renunciar a mitad de camino todo tipo de proyecto personal; paradójicamente, con el inicio del estudio técnico ocurrió absolutamente lo contrario. R.M hasta el día de hoy asiste sin inconvenientes a las cátedras, obtiene buenas calificaciones, a mejorado su ánimo y lo más importante, la posible sintomatología psicótica ha desaparecido.
Así pues, el problema de investigación busca comprobar la probable organización psicótica de R.M, a la luz de la teoría psicoanalítica, cotejando al mismo tiempo, si el ingreso del sujeto al curso de capacitación laboral  actuó o no como sinthome.

Desarrollo de la psicosis en la teoría psicoanalítica

Según Chemama y Vandermersch (1998), no hay una definición propiamente psicoanalítica de la psicosis, pero ha sido tarea del psicoanlálisis haberse esforzado a través de sus teorías en iluminar los mecanismos psíquicos que conducen a la psicósis, delimitanto con ello, su campo en relación con el de la neurosis. Si Freud sigue siendo el adelantado ineludible de los avances teóricos en materia de psicosis, fue seguido de distintas maneras en los desarrollos científicos posteriores de los otros adelantados como Klein, Winnicott y especialmente Lacan.
En este contexto, la psicosis es una organización de la subjetividad en la que Freud vió una forma epecífica de pérdida de la realidad con regresión de la líbido sobre el yo y con eventualmente, la constitución de un delirio como tentativa de curación. Posteriormente, para Lacan el mecanismo constitutivo de la psicosis será la forclusión del Nombre-del-Padre (Chemama y Vandermersch, 1998, p. 546).
Las afirmaciones teóricas de Freud sobre la líbido infantil le hacen llevar el punto débil de los psicóticos a la fijación en el estadio del autoerotismo y del narcisisimo primario, etapa obligada de toda construcción libidinal; agregando que los psicóticos tendrían en esencia una líbido vuelta sobre el propio cuerpo, en donde una percepción interna sería sofocada, apareciendo en su lugar una percepción venida del exterior. (Laplanche y Bertrand, 1996, p. 322-323).
Así mismo y después de elaborar su segunda tópica, Freud deslindará el campo de la psicosis en un conflicto entre el yo y el mundo exterior, mientras que el campo de la neurosis, a un conflicto entre el yo y el ello (Freud, 1924). De este modo, la pérdida de la realidad presente en ambas estructuras, será un dato inicial en la psicosis, donde un sustituto de la realidad ha venido en lugar de algo forcluido. Mientras que en la neurosis, la realidad es reacomodada dentro de un registro simbólico. (Chemama y Vandermersch, 1998, p. 549).
Por su lado, Lacan (1957-58) retomará la perspectiva freudiana sobre el narcisismo de 1914, para construir la teoría del fracaso de la metáfora paterna como base de todo proceso psicótico. Dicha metáfora, tendrá la función de establecer la aceptación por parte del niño de lo simbólico, apartándolo para siempre de los significantes primordiales de la madre (represión originaria). De esta forma, se asegura la perpetuación del deseo que incidirá en la elección de un objeto distinto de la madre. Sin embargo, si hay fracaso de la represión originaria, habrá forclusión y rechazo de lo simbólico; el cual resurgirá en el momento en que el sujeto se vea confrontado con la función paterna.
Para Lacan, (1955-56) las circunstancias desencadenantes de la psicosis serán precisamente aquellas que instan al sujeto a asumir la realización del significante padre a nivel simbólico; por lo que ha falta de metáfora paterna, lo no simbolizado reaparecerá en lo real, irrumpiendo como una metáfora delirante. Desde este momento, el Otro materno será portador de un saber absoluto y la imagen a la que la función paterna se reduce no se inscribirá en ninguna dialéctica triangular.
Lo anterior resulta sumamente esclarecedor en muchas situaciones clínicas donde el sujeto en cierta encrucijada de su historia biográfica, se ve confrontado con ese déficit que existe desde siempre, mostrando el psicótico una imposibilidad para tomar un lugar como sujeto en temáticas específicas para cada individuo.
En añadidura, cuando hay puntos estructurales que impiden la metaforización, el psicótico responderá con el delirio o la alucinación, como irrupción de lo real en aquello que se debería metaforizar.

Origen de la psicosis

Con respecto al origen de la psicosis, se reconocen desde las variadas perspectivas del psicoanálisis, algunos puntos en común. A pesar de las diferencias teóricas de cada autor, todos a su modo comprenden en las psicosis alguna falla significativa anterior al complejo de Edipo; que perjudicaría en mayor o menor proporción, el paso por este momento estructurador.
Si bien las psicosis infantiles permanecieron desconocidas en el campo de la psiquiatría hasta comienzos del siglo XX,  en donde las diferentes patologías mentales se clasificaban bajo el título de retrasos congénitos o adquiridos serán los psicoanalístas quienes apoyándose en la teoría de Freud, pondrán el acento sobre el desarrollo psíquico precoz a partir de las primeras experiencias vividas por el niño en el seno de su familia. Esta constatación, permitirá establecer que las psicosis pueden manifestarse ya en los momentos iniciales de la vida, y se caracterizarán, por modos de estructuración mental que darán lugar a diferentes cuadros clínicos (Chemama y Vandermersch, 1998, p. 555).
Por ejemplo, Margaret Malher (1984) describió una forma de  psicosis precoz; a la cual demoninó “psicosis simbiótica”; causada por un intenso vínculo del niño con su madre; relación que no progresaría hacia la investidura de ésta última como separada de él. El niño conservaría un muy precario contacto con la realidad y en el plano del comportamiento, éste conservaría una singular intolerancia a toda frustración que lo introduzca en un proceso de separación-individuación.
Recapitulando hasta el momento, esclarecí a grosso modo que la génesis psicoanalítica de la psicosis se explica por una falla significativa en los momentos iniciales de la vida. Por tal motivo, el siguiente punto será explicar de forma más precisa cómo se produce paso a paso esta falla significativa anterior al Edipo llamada psicosis; siendo lo más apropiado, comenzar esclareciendo a grandes rasgos qué es el complejo de Edipo.
Según Chemana y Vandermersch (1998), éste corresponde al conjunto de investiduras amorosas y hostiles que el niño hace sobre los padres durante la etapa fálica; el cual debe conducir a la desaparición de dichas investiduras y a su reemplazo por nuevas identificaciones. Lacan destacará la importancia de la metáfora paterna como aquella función que constituye el principio eficaz del Edipo, poniendo en evidencia su función de promover la castración simbólica.
Por tal razón, explicaré los tres tiempos del Edipo en Lacan, para así, esclarecer cómo se originaría la psicósis.

Los tres tiempos del Edipo en Lacan

Según Lacan, (1957-58) en el primer tiempo del Edipo el niño está cautivo en una relación fusional con la madre, en donde éste, como único objeto de deseo materno, está en posición de objeto, no de sujeto. A su vez, el niño está aislado y desprovisto de todo lo que no sea el deseo del Otro materno.
En el yo (je) del niño aún no hay nada, al menos en principio sólo se puede hablar de un yo latente o yo-madre. Este yo (je) latente, se constituirá en el Otro materno, produciéndose una identificación primaria o intercambio, en donde el yo (je) del niño se va al lugar del Otro materno y el yo (je) de la madre se convierte en el Otro del sujeto. De manera que se genera una sensación de completud, en donde la madre tiene el falo y el niño es el falo de la madre; la madre completa al niño y el niño completa a la madre. Si la madre no está, el niño no es, ya que no existe separación.
De forma que el primer tiempo edípico es una completud total, un estado de omnipotencia en que el niño es investido fálicamente cubriendo la falta de la madre y en donde el psicótico quedará atrapado.
El segundo tiempo del Edipo para Lacan, (1957-58) es el momento en que el padre se hace notar como interdictor.
Se afirma en su presencia privadora mediante el discurso materno, enunciando una “prohibición”, un “no”, que se transmite donde el niño recibe el mensaje de la madre. Por tal razón, para el niño la presencia del padre es vivida como intrusiva, generando en éste incertidumbre y frustración. Por tal motivo, el niño comenzará a constatar que la madre desea otra cosa más que a él, entrando en cuestionamiento de su posición fálica e instaurándose así, la ambivalencia de la función paterna. Por un lado, el padre es un rival al quitarle al niño su objeto de deseo pero al mismo tiempo, el padre es el objeto de deseo de la madre; lo que acarrea que sea idealizado imaginariamente por el niño, ocurriendo un primer desplazamiento del objeto fálico de ser el falo la madre, a tener el falo el padre. Al mismo tiempo, el desear a otro significa también que la madre está castrada, ya no es todo, algo le falta y lo que le falta no es él. El niño interroga al Otro materno y tras recorrerlo entero, encuentra siempre al Otro del Otro su propia ley. Ésto hace que al niño le vuelva la ley del padre como privadora de la madre. Lo que desprende al sujeto de su identificación, lo liga, al mismo tiempo, con la primera aparición de la ley.
Lo esencial en este segundo tiempo dirá Lacan (1957-58), será que la madre deberá fundamentar al padre como mediador de lo que está más allá de su ley y de su capricho; ya que de ésto dependerá que el niño acepte o no acepte al padre como aquel que priva o no priva a la madre del objeto de su deseo. Si la madre se somete a la ley, esta falta permitirá al niño escapar de la psicosis, saliendo a lo simbólico; apareciendo la falta y con ella el deseo.
En el tercer tiempo, para Lacan (1957-58) el padre se revelará en tanto que él tiene el falo y de ésto dependerá la salida del Edipo del niño. Es preciso que lo que el padre ha prometido en el segundo tiempo, lo mantenga; éste debe dar alguna prueba que tiene el falo y deberá intervenir como el que lo tiene, no como el que lo es. El padre puede dar a la madre lo que ella desea y puede dárselo porque lo tiene, no porque lo es.
En este tiempo, lo fundamental radica en la nueva identificación del niño con la función paterna. Ahora el padre tampoco tiene el falo, dejándo de ser idealizado imaginariamente por el niño, volviéndose simbólico y carente. De esta manera, ahora el padre también está castrado, por lo que el falo es lanzado a la cultura, estableciéndose el falo como un cuarto elemento. En este sentido, el falo quedará reinstalado en la cultura, impidiendo así, el goce incestuoso y permitiendo al niño elecciones de objeto fuera de la familia.
De ahí la importancia de la función paterna dirá Lacan (1955-56) en la resolución eficaz del complejo de Edipo. Ya que ésta, regulará el curso de la dialéctica edípica y de todas las consecuencias psíquicas resultantes; estableciendo un corte en la diada madre-hijo, sustituyendo el goce inicial materno por el goce fálico, fundamental para que el niño tome desitancia de la madre y se subjetivice— y permitiendo que éste  pase de ser el objeto de deseo materno a un sujeto de deseo.
Por esta razón, la función paterna confrontará al niño con la castración y la simbolización de la ley, permitiéndole acceder a la cultura.
Ahora bien, en la Psicosis la función del padre no entra, está forcluida, nunca existió. Al no pasar por la pérdida del objeto de goce materno, el psicótico se crea el mismo, sin atravesar por el otro para saber aquello que se cree ser. Éste no pierde nunca nada, porque no le falta nada, siempre hay una exactitud en las cosas y las posteriores sintomatologías psicóticas, darás prueba de ello.
La alucinación, el delirio o los neologismos, funcionarán para la estructura psicótica porque en ellas siempre hay completud, no hay falta.
Por tal razón, la psicosis brotará cuando se enfrente al nombre del padre, dando prueba de la imposibilidad del psicótico de tomar un lugar como sujeto en temáticas específicas para cada uno. Habrán puntos estructurales que impedirán la metaforización, ante lo cual, éste reponderá con el delirio o la alucinación, a modo de intento de ordenar y mantener la continuidad del ser.

El sinthome en la psicosis

El sinthome es una escritura antigua de symptôme que Lacan (1975-76) adoptó para designar la función de un síntoma que consiste en mantener unidos real, simbólico e imaginario. El síntoma es un compromiso entre la exigencia de satisfacción de la pulsión y la defensa del sujeto contra el goce. En la neurosis, los registros de lo real, lo simbólico y lo imaginario están anudados por un síntoma articulado con el padre. Ese síntoma es, por tanto, un sinthome. En la psicosis el sujeto no puede apoyarse ni en el Nombre del Padre ni en la función fálica para construirlo, por ende, cuando no hay sinthome, lo real, lo simbólico y lo imaginario no se mantienen unidos.
En este sentido, el psicótico está privado del Nombre del Padre, por tanto el sinthome, que mantiene unidos lo real, lo simbólico y lo imaginario, si existe, no está articulado con el significante del Nombre del padre, más bien, sustituye a lo forcluido (Ortega, 2013, p. 177).
Mediante el sinthome, Lacan (1975-76) intentará explicar cómo algunas psicosis lograrían compensarse parcialmente mediante una formación substitutiva y precaría, la cual permitiría a la personalidad psicótica tener algún anclaje con la realidad, mediante una adaptación conductual. Señalando que el sinthome se puede usar de diversas maneras, siendo la correcta aquella que consiste para un sujeto, en alcanzar su real y en no seguir siendo incauto del Padre.
Sin embargo, aunque un sujeto haya construido un sinthome, puede atravesar momentos psicóticos agudos por intermitencia cuando éste ya no funciona. Esta observación iría en apoyo de una concepción del sinthome como categoría, con diferentes subtipos y grados de estabilidad (Ortega, 2013, p. 178). 
 
Discusión del caso de R.M

Rasgos de la personalidad: El pensamiento discurre con normalidad. Recurrentes sueños de fragmentación del cuerpo. Afectividad lábil. Suspicacia y desconfianza general. Déficit sociales e interpersonales. Suspicacia. Evita el contacto visual. Sensible a las circunstancias ambientales. Autoestima pobre y oscilante. Carece de plan de vida (a la deriva). Inestabilidad afectiva con tendencia a la depresión. Hipocondría (preocupación excesiva por la salud) e intolerancia a la frustración. No refiere otras alteraciones de la sensopercepción, ni otras alteraciones del contenido-forma del pensamiento.
El núcleo familiar de R.M está conformado por el padre, la madre y su hermano mayor. Éste último al cumplir la mayoría de edad se va de casa para ingresar a las fuerzas armadas, por lo que desde los 14 años y hasta el día de hoy, R.M vive sólo con sus dos padres. El padre trabaja en una empresa de repuestos de automóviles y se caracteriza por ser un hombre extraño, solitario, muy retraido e introvertido. La madre de R.M es dueña de casa nunca ha trabajado ,sufre de obesidad, diabetes y ha sido desde la infancia de R.M, una madre sobreprotectora.
Ésta sobreprotección se evidencia desde la infancia de R.M, donde éste, a primera vista, era un hijo ejemplar. Nunca desobedecía a sus padres, se destacaba por su excelente rendimiento escolar e intachable comportamiento y por estar en todo momento limpio, peinado e impecable debido a los excesivos cuidados de la madre.
A los 17 años, se fuga de su hogar en compañía de su novia, ya que los padres de ésta no permitían la relación amorosa. Arrancan a la ciudad de Santiago alojando en la casa de una tía de la novia. A las pocas semanas regresa y decide repentinamente no terminar el cuarto año de enseñanza media, aludiendo que no le interesaba. Por presión parental y del cuerpo docente, logra graduarse a duras penas.
Tras salir del colegio, su novia termina la relación amorosa, lo que generó el factor desencadenante de su eventual primer brote psicótico (posible falla de la función paterna a nivel simbólico que retorna en lo real). Esta primera sintomatología residió en  alucinaciones en que R.M veía monstruos y demonios que lo atormentaban antes de poder consiliar el sueño. Al mismo tiempo, presentó delirios persecutorios con alucinaciones auditivas, los cuales consistían en pensar que el programa radial que solía escuchar, le entregaba mensajes advirtiéndole de las malas intenciones de sus amigos. Al mismo tiempo, comenzó a manifestar una fuerte hipocondría y psicosomática, siendo víctima de resfríos que lo mantenían en cama durante semanas.
La reacción de la familia ante lo acontecido fue inquietante, si bien asisten a la salud pública de urgencia ante el terror producido por los primeros sintomas del hijo, el cual es internado en el hospital psiquiátrico de Concepción por cuatro dias manifiestan hasta el día de hoy la tendencia a no continuar responsablemente con ningún tipo de terapia o tratamiento psiquiátrico, optando por la opción de confinar a R.M en su habitación, aislándolo del contacto con el mundo exterior a modo de protección. Ésto acarrió que R.M pasara los últimos ocho años de su vida en un ir y venir entre brotes psicóticos y compensación, entre contacto con el mundo exterior y aislamiento. Cuando éste lograba atenuar sus síntomas salía de su hogar, pero apenas volvía la sintomatología, volvía a su cerrazón, a veces por periodos que abarcaban meses.
Esta fragilidad provocó que R.M fuera incapaz de mantener en el tiempo actividad alguna. Ni pensar en un plan de estudios y los trabajos esporádicos que lograba obtener, eran rápidamente abandonados.
Tras esta breve presentación, precederé a exponer pormenorizadamente la sintomatología articulada a la probable estructura clínica.
A partir de esa presencia sobreprotectora de la madre, se puede inferir que hay algo del deseo de esa madre por el hijo que se pone en juego, donde el niño pudo llegar a experimentarse como un niño deseado. A su vez, la función paterna necesaria para la constitución del triángulo inaugural madre-niño-padre, habría fracasado por ser el padre de R.M, un padre distante e ineficaz en el estableciendo del corte en la diada madre-hijo. Vemos aquí un provable fracaso del primer tiempo del Edipo Lacaniano y de la función del Nombre del Padre; donde éste no habría intervenido eficazmente en la estructura en sus tres tiempos.
A su vez, la madre evidencia una conducta ambivalente respecto a R.M. Por un lado, desea a su hijo desmedidamente, cuidándolo en demasía desde sus primeras etapas de vida y por el otro, tras los cambios conductuales del hijo referentes a no tener ningún plan de vida, no hará absolutamente nada; demostrando un cierto goce en mantener a R.M como un bebé eterno, al cual pueda cuidar y retener en el domicilio para siempre.
Dicho de otro modo, la madre está costituida pero no habría sido suficiente para lograr esa juntura íntima con la vida. Falla de muchas maneras, por eso es una posible psicosis. La madre se sostuvo pero no logra introducir la ley paterna, por lo que no habría logrado transmitirle a R.M. la falta a nivel imaginario y en su deseo se completa con él. De ahí todas las dificultades de transmisión del Nombre del Padre por parte de este padre en particular.
Con relación al sinthome, la computación ha sido siempre el área de mayor interés para R.M. Por tal motivo, lo llamativo de este caso radica en que desde el momento que R.M. comienza su curso de computación, la sintomatología psicótica desaparece casi por completo. Desaparecen las alucinaciones y los delirios pero se mantienen en baja medida psicosimática e hipondría.
Para Lacan (1975-76) el sinthome es lo que garantiza la presencia del padre dividido y la preservación del vínculo con él. A partir del cado de Joyce, Lacan subrayará la importancia del artificio en el sentido clásico de medio ingenioso, de ejercicio de un arte en la constitución de la estructura seudoborromea del sinthome; artificio que en el caso de R.M, sería la computación.
En añadidura, habría un lazo del sinthome con algo en particular del sujeto. Lacan (1975-76) señala que se puede usar el sinthome de diversas maneras, siendo la correcta aquella que consiste para un sujeto, en alcanzar su real y en no seguir siendo incauto del padre.
En este sentido, el significante “computación” funcionaría ahora como el medio social de R.M. Éste se relaciona con personas cercanas a la computación, permitiéndole conformar un lazo social y proporcionando un significante que nombra al sujeto.

Consideraciones finales

Con respecto al origen de la psicosis, se reconocen desde las variadas perspectivas del psicoanálisis, algunos puntos en común. A pesar de las diferencias teóricas de cada autor, todos a su modo comprenden en las psicosis alguna falla significativa anterior al complejo de Edipo, poniendo el acento sobre el desarrollo psíquico precoz a partir de las primeras experiencias vividas por el niño en el seno de su familia, estableciendo el origen de  la psicosis en los momentos iniciales de la vida.
Si para Freud el tratamiento analítico estaba hecho preferentemente para el trabajo con neuróticos, será Lacan quien retomará la perspectiva freudiana para construir la teoría del fracaso de la metáfora paterna como base de todo proceso psicótico.
Se destaca el rol fundante del primer tiempo del Edipo lacaniano, como el espacio de completud total en que el psicotico quedaría cautivo de la relación fusional con el Otro materno, generada por la falla de la función paterna.
Por tal motivo, las circunstancias desencadenantes de la psicosis serán precisamente aquellas que instan al sujeto a asumir la realización del significante padre a nivel simbólico; por lo que ha falta de metáfora paterna, lo no simbolizado irrumpirá como una metáfora delirante.
Por otra parte, será Lacan quien por primera vez hablará del sinthome como posible tratamiento para la psicosis. Explicándo cómo algunas psicosis lograrían compensarse parcialmente mediante una formación substitutiva, la cual permitiría a la personalidad psicótica tener algún anclaje con la realidad.
Finalmente, la aplicabilidad del sinthome a la psicosis en general es quizá cuestionable, no obstante, con este trabajo se ha pretendido explorar el planteamiento teórico de Lacan con respecto al origen y posible tratamiento de la psicosis, aspectos que habrá que desarrollar y poner a prueba en estudios futuros. Cabría preguntarse hasta qué punto lo teórico se ajusta a la realidad de los procesos de psicosis y sinthome;  por eso el hecho de utilizar el caso de R.M. para sentar a nivel teórico un ejemplo coherente con la teoría psicoanalítica.


Referencias bibliográficas

Chemana y Vandermersch. (1998) Diccionario del psicoanálisis. Buenos Aires. Amorrortu.
Freud, S. (1913) Sobre la iniciación del tratamiento. En Obras Completas, (Vol, XII). Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1924) La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis. En Obras Completas, (Vol, XIX). Buenos Aires: Amorrortu.
Lacan, J. (1955-1956) Seminario 3: Las Psicosis. Buenos Aires: Paidós.
Lacan, J. (1957-1958) Seminario 5: Las Formaciones del Inconsciente. Paidós.
Lacan, J. (1975-1976) Seminario 23: El Sinthome. Buenos Aires: Paidós.
Mahler, M (1984) Estudios 1: Psicosis infantiles y otros trabajos. Buenos Artes: Paidós.
Ortega, M. (2013), El sinthome en las psicosis. Tesis doctoral. Universidad complutense de madrid.
Segal, Hanna (1965). Introducción a la obra de Melanie Klein. Barcelona: Paidós.