Resumen
El
presente trabajo busca explicar el origen y desarrollo de la estructura
psicótica, como también, el rol que desempeña en ésta el sinthome desde una mirada psicoanalítica, reconociendo las
principales características y relaciones entre ambos conceptos. Para esto,
mostraré el caso de un hombre que tras ocho años de presentar posibles síntomas
de tipo psicótico, habría compensado parcialmente su desorganización mediante
la formación de un sinthome
particular. Describiré brevemente la historia familiar y biográfica del sujeto
para vislumbrar el origen de la posible psicosis, su evolución y posterior
resolución parcial, terminando con algunas consideraciones finales respecto al
caso.
Palabras
claves
Psicosis,
sinthome, psicoanálisis, complejo de Edipo, Otro en la psicosis.
Introducción
Esta presentación la construyo a través de una experiencia
personal, que me lleva a indagar sobre la psicosis y los modos de comprensión
del funcionamiento del sinthome. En
este contexto, el objetivo investigativo es brindar información al lector sobre
la estructura psicótica y ahondar sobre la importancia de conocer el rol del
sinthome para el tratamiento de pacientes psicóticos.
Con respecto a los trabajos sobre psicosis, se desprenden
tres propuestas fundamentales en la literatura psicoanalítica. Por un lado,
Melanie Klein (1965) será la primera en comenzar a tratar la psicosis,
aludiendo a que en la clínica, es
posible un paso de la psicosis a la neurosis; al igual como en el
niño habría un constante devenir entre la posición esquizo-paranoide y la
posición depresiva. No obstante para Freud, (1913) el tratamiento analítico
estaba hecho preferentemente para el trabajo con neuróticos, ya que la
psicosis, al ser estructural
impediría tal devenir. Así lo entenderá Lacan (1975-76) quien por primera vez,
hablará del concepto de sinthome,
para explicar cómo algunas psicosis lograrían compensarse parcialmente mediante
una formación substitutiva y precaria; la cual permitiría a la personalidad
psicótica tener algún anclaje con la realidad, mediante una adaptación
conductual.
Por tal razón, y con el proposito de ayudar a la comprensión
de la relación entre psicosis y sinthome,
mostraré el caso de un hombre con probable organización psicótica; el cual habría
compensado su estructura mediante un sinthome
particular; y a quien llamaré por el seudónimo de R.M
Entrado en la adolescencia, éste comienza a expresar cambios
bruscos en su conducta, los cuales desembocan en la manifestación de posibles
síntomas psicóticos (delirios, alucinaciones, e hipocondría). Ésto acarrió que el
sujeto pasara los últimos 8 años de su vida en un ir y venir entre posibles brotes
psicóticos y compensación; entre contacto con el mundo exterior y aislamiento
doméstico. Esta fragilidad provocó en R.M, una absoluta incapacidad para
mantener en el tiempo actividad alguna; ni pensar en un plan de estudios y los
trabajos esporádicos que lograba obtener, eran rápidamente abandonados.
Con todo en su contra, R.M postula y es aceptado en un curso
de formación técnica para el trabajo, —de
iniciativa gubernamental— el cual le ofrece un título técnico en el area
de mayor interés para él, la computación.
Ahora bien, si la tendencia de R.M
era abandonar y renunciar a mitad de camino todo tipo de proyecto personal;
paradójicamente, con el inicio del estudio técnico ocurrió
absolutamente lo contrario. R.M hasta el día de hoy asiste sin inconvenientes a
las cátedras, obtiene buenas calificaciones, a mejorado su ánimo y lo más
importante, la posible sintomatología psicótica ha desaparecido.
Así pues, el problema de investigación busca comprobar la
probable organización psicótica de R.M, a la luz de la teoría psicoanalítica,
cotejando al mismo tiempo, si el ingreso del sujeto al curso de capacitación
laboral actuó o no como sinthome.
Desarrollo
de la psicosis en la teoría psicoanalítica
Según Chemama y Vandermersch (1998),
no hay una definición propiamente psicoanalítica de la psicosis, pero ha
sido tarea del psicoanlálisis haberse esforzado a través de sus teorías en
iluminar los mecanismos psíquicos que conducen a la psicósis, delimitanto con
ello, su campo en relación con el de la neurosis. Si Freud sigue siendo el
adelantado ineludible de los avances teóricos en materia de psicosis, fue
seguido de distintas maneras en los desarrollos científicos posteriores de los
otros adelantados como Klein, Winnicott y especialmente Lacan.
En este contexto, la psicosis es
una organización de la subjetividad en la que Freud vió una forma epecífica de
pérdida de la realidad con regresión de la líbido sobre el yo y con eventualmente,
la constitución de un delirio como tentativa de curación. Posteriormente, para
Lacan el mecanismo constitutivo de la psicosis será la forclusión del
Nombre-del-Padre (Chemama y
Vandermersch, 1998, p. 546).
Las afirmaciones teóricas de Freud
sobre la líbido infantil le hacen llevar el punto débil de los psicóticos a la
fijación en el estadio del autoerotismo y del narcisisimo primario, etapa
obligada de toda construcción libidinal; agregando que los psicóticos tendrían
en esencia una líbido vuelta sobre el propio cuerpo, en donde una percepción
interna sería sofocada, apareciendo en su lugar una percepción venida del
exterior. (Laplanche y Bertrand, 1996, p. 322-323).
Así mismo y después de elaborar su
segunda tópica, Freud deslindará el campo de la psicosis en un conflicto entre
el yo y el mundo exterior, mientras que el campo de la neurosis, a un conflicto
entre el yo y el ello (Freud, 1924). De este modo, la pérdida de la realidad
presente en ambas estructuras, será un dato inicial en la psicosis, donde un
sustituto de la realidad ha venido en lugar de algo forcluido. Mientras que en
la neurosis, la realidad es reacomodada dentro de un registro simbólico. (Chemama y Vandermersch, 1998, p. 549).
Por su lado, Lacan (1957-58)
retomará la perspectiva freudiana sobre el narcisismo de 1914, para construir
la teoría del fracaso de la metáfora paterna como base de todo proceso psicótico. Dicha
metáfora, tendrá la función de establecer la
aceptación por parte del niño de lo simbólico, apartándolo para siempre de los
significantes primordiales de la madre (represión originaria). De esta forma,
se asegura la perpetuación del deseo que incidirá en la elección de un objeto
distinto de la madre. Sin embargo, si hay fracaso de la represión originaria,
habrá forclusión y rechazo de lo simbólico; el cual resurgirá en el momento en
que el sujeto se vea confrontado con la función paterna.
Para Lacan, (1955-56) las circunstancias desencadenantes de la psicosis
serán precisamente aquellas que instan al sujeto a asumir la realización del
significante padre a nivel simbólico; por lo que ha falta de metáfora paterna,
lo no simbolizado reaparecerá en lo real, irrumpiendo como una metáfora
delirante. Desde este momento, el Otro materno será portador de un saber
absoluto y la imagen a la que la función paterna se reduce no se inscribirá en
ninguna dialéctica triangular.
Lo anterior resulta sumamente
esclarecedor en muchas situaciones clínicas donde el sujeto en cierta
encrucijada de su historia biográfica, se ve confrontado con ese déficit que
existe desde siempre, mostrando el psicótico una imposibilidad para tomar un
lugar como sujeto en temáticas específicas para cada individuo.
En añadidura, cuando hay puntos
estructurales que impiden la metaforización, el psicótico responderá con el
delirio o la alucinación, como irrupción de lo real en aquello que se debería
metaforizar.
Origen de
la psicosis
Con respecto al origen de la
psicosis, se reconocen desde las variadas perspectivas del psicoanálisis,
algunos puntos en común. A pesar de las diferencias teóricas de cada autor,
todos a su modo comprenden en las psicosis alguna falla significativa anterior
al complejo de Edipo; que perjudicaría en mayor o menor proporción, el paso por
este momento estructurador.
Si bien las psicosis infantiles permanecieron
desconocidas en el campo de la psiquiatría hasta comienzos del siglo XX, —en donde las diferentes patologías mentales se
clasificaban bajo el título de retrasos congénitos o adquiridos— serán los
psicoanalístas quienes apoyándose en la teoría de Freud, pondrán el acento
sobre el desarrollo psíquico precoz a partir de las primeras experiencias vividas por el niño en el seno de su familia.
Esta constatación, permitirá establecer que las psicosis pueden
manifestarse ya en los momentos iniciales de la vida, y se caracterizarán, por
modos de estructuración mental que darán lugar a diferentes cuadros clínicos (Chemama y Vandermersch, 1998, p. 555).
Por ejemplo, Margaret Malher (1984)
describió una forma de psicosis precoz;
a la cual demoninó “psicosis simbiótica”;
causada por un intenso vínculo del niño con su madre; relación que no
progresaría hacia la investidura de ésta última como separada de él. El niño
conservaría un muy precario contacto con la realidad y en el plano del
comportamiento, éste conservaría una singular intolerancia a toda frustración
que lo introduzca en un proceso de separación-individuación.
Recapitulando hasta el momento,
esclarecí a grosso modo que la génesis psicoanalítica de la psicosis se explica
por una falla significativa en los momentos iniciales de la vida. Por tal motivo,
el siguiente punto será explicar de forma más precisa cómo se produce —paso a paso— esta falla
significativa anterior al Edipo llamada psicosis; siendo lo más apropiado,
comenzar esclareciendo —a grandes rasgos— qué es el complejo
de Edipo.
Según Chemana y Vandermersch
(1998), éste corresponde al conjunto de investiduras amorosas y hostiles que el
niño hace sobre los padres durante la etapa fálica; el cual debe conducir a la
desaparición de dichas investiduras y a su reemplazo por nuevas
identificaciones. Lacan destacará la importancia de la metáfora paterna como
aquella función que constituye el principio eficaz del Edipo, poniendo en
evidencia su función de promover la castración simbólica.
Por tal razón, explicaré los tres
tiempos del Edipo en Lacan, para así, esclarecer cómo se originaría la
psicósis.
Los tres
tiempos del Edipo en Lacan
Según Lacan, (1957-58) en el primer
tiempo del Edipo el niño está cautivo en una relación fusional con la madre, en
donde éste, como único objeto de deseo materno, está en posición de objeto, no
de sujeto. A su vez, el niño está aislado y desprovisto de todo lo que no sea
el deseo del Otro materno.
En el yo (je) del niño aún no hay nada, al menos en principio sólo se
puede hablar de un yo latente o yo-madre. Este yo (je) latente, se constituirá
en el Otro materno, produciéndose una identificación primaria o intercambio, en
donde el yo (je) del niño se va al lugar del Otro materno y el yo (je) de la
madre se convierte en el Otro del sujeto. De manera que se genera una sensación
de completud, en donde la madre tiene el falo y el niño es el falo de la madre;
la madre completa al niño y el niño completa a la madre. Si la madre no está,
el niño no es, ya que no existe separación.
De forma que el primer tiempo edípico es una completud total, un estado
de omnipotencia en que el niño es investido fálicamente cubriendo la falta de
la madre y en donde el psicótico quedará atrapado.
El segundo tiempo del Edipo para Lacan, (1957-58) es el momento en que el
padre se hace notar como interdictor.
Se afirma en su presencia privadora mediante el discurso materno,
enunciando una “prohibición”, un “no”, que se transmite donde el niño recibe el
mensaje de la madre. Por tal razón, para el niño la presencia del padre es
vivida como intrusiva, generando en éste incertidumbre y frustración. Por tal
motivo, el niño comenzará a constatar que la madre desea otra cosa más que a
él, entrando en cuestionamiento de su posición fálica e instaurándose así, la
ambivalencia de la función paterna. Por un lado, el padre es un rival —al quitarle al
niño su objeto de deseo— pero al mismo tiempo, el padre es el objeto de
deseo de la madre; lo que acarrea que sea idealizado imaginariamente por el
niño, ocurriendo un primer desplazamiento del objeto fálico de ser el falo la madre,
a tener el falo el padre. Al mismo tiempo, el desear a otro significa también
que la madre está castrada, ya no es todo, algo le falta y lo que le falta no
es él. El niño interroga al Otro materno y tras recorrerlo entero, encuentra
siempre al Otro del Otro —su propia ley—. Ésto hace que
al niño le vuelva la ley del padre como privadora de la madre. Lo que desprende
al sujeto de su identificación, lo liga, al mismo tiempo, con la primera
aparición de la ley.
Lo esencial en este segundo tiempo dirá Lacan (1957-58), será que la
madre deberá fundamentar al padre como mediador de lo que está más allá de su
ley y de su capricho; ya que de ésto dependerá que el niño acepte o no acepte
al padre como aquel que priva o no priva a la madre del objeto de su deseo. Si
la madre se somete a la ley, esta falta permitirá al niño escapar de la psicosis,
saliendo a lo simbólico; apareciendo la falta y con ella el deseo.
En el tercer tiempo, para Lacan
(1957-58) el padre se revelará en tanto que él tiene el falo y de ésto
dependerá la salida del Edipo del niño. Es preciso que lo que el padre ha
prometido en el segundo tiempo, lo mantenga; éste debe dar alguna prueba que
tiene el falo y deberá intervenir como el que lo tiene, no como el que lo es. El
padre puede dar a la madre lo que ella desea y puede dárselo porque lo tiene,
no porque lo es.
En este tiempo, lo fundamental
radica en la nueva identificación del niño con la función paterna. Ahora el
padre tampoco tiene el falo, dejándo de ser idealizado imaginariamente por el
niño, volviéndose simbólico y carente. De esta manera, ahora el padre también
está castrado, por lo que el falo es lanzado a la cultura, estableciéndose el
falo como un cuarto elemento. En este
sentido, el falo quedará reinstalado en la cultura, impidiendo así, el goce
incestuoso y permitiendo al niño elecciones de objeto fuera de la familia.
De ahí la importancia de la función
paterna —dirá Lacan— (1955-56) en la resolución eficaz del complejo de
Edipo. Ya que ésta, regulará el curso de la dialéctica edípica y de todas las
consecuencias psíquicas resultantes; estableciendo un corte en la diada
madre-hijo, sustituyendo el goce inicial materno por el goce fálico, —fundamental para que
el niño tome desitancia de la madre y se subjetivice— y permitiendo que
éste pase de ser el objeto de deseo
materno a un sujeto de deseo.
Por esta razón, la función paterna
confrontará al niño con la castración y la simbolización de la ley, permitiéndole
acceder a la cultura.
Ahora bien, en la Psicosis la
función del padre no entra, está forcluida, nunca existió. Al no pasar por la
pérdida del objeto de goce materno, el psicótico se crea el mismo, sin atravesar
por el otro para saber aquello que se cree ser. Éste no pierde nunca nada,
porque no le falta nada, siempre hay una exactitud en las cosas y las
posteriores sintomatologías psicóticas, darás prueba de ello.
La alucinación, el delirio o los
neologismos, funcionarán para la estructura psicótica porque en ellas siempre hay
completud, no hay falta.
Por tal razón, la psicosis brotará
cuando se enfrente al nombre del padre, dando prueba de la imposibilidad del
psicótico de tomar un lugar como sujeto en temáticas específicas para cada uno.
Habrán puntos estructurales que impedirán la metaforización, ante lo cual, éste
reponderá con el delirio o la alucinación, a modo de intento de ordenar y
mantener la continuidad del ser.
El sinthome en la psicosis
El sinthome es una escritura antigua de symptôme que Lacan (1975-76) adoptó para designar la función de un
síntoma que consiste en mantener unidos real, simbólico e imaginario. El
síntoma es un compromiso entre la exigencia de satisfacción de la pulsión y la
defensa del sujeto contra el goce. En la neurosis, los registros de lo real, lo
simbólico y lo imaginario están anudados por un síntoma articulado con el
padre. Ese síntoma es, por tanto, un sinthome.
En la psicosis el sujeto no puede apoyarse ni en el Nombre del Padre ni en la función
fálica para construirlo, por ende, cuando no hay sinthome, lo real, lo simbólico y lo imaginario no se mantienen
unidos.
En este sentido, el psicótico está
privado del Nombre del Padre, por tanto el sinthome,
que mantiene unidos lo real, lo simbólico y lo imaginario, si existe, no está
articulado con el significante del Nombre del padre, más bien, sustituye a lo
forcluido (Ortega, 2013, p. 177).
Mediante el sinthome,
Lacan (1975-76) intentará
explicar cómo algunas psicosis lograrían compensarse parcialmente mediante una
formación substitutiva y precaría, la cual permitiría a la personalidad
psicótica tener algún anclaje con la realidad, mediante una adaptación
conductual. Señalando que el sinthome
se puede usar de diversas maneras, siendo la correcta aquella que consiste para
un sujeto, en alcanzar su real y en no seguir siendo incauto del Padre.
Sin embargo, aunque un sujeto haya construido un sinthome, puede atravesar momentos psicóticos agudos por
intermitencia cuando éste ya no funciona. Esta observación iría en apoyo de una
concepción del sinthome como
categoría, con diferentes subtipos y grados de estabilidad (Ortega, 2013, p.
178).
Discusión
del caso de R.M
Rasgos de la personalidad: El
pensamiento discurre con normalidad. Recurrentes sueños de fragmentación del
cuerpo. Afectividad lábil. Suspicacia y desconfianza general. Déficit sociales
e interpersonales. Suspicacia. Evita el contacto visual. Sensible a las
circunstancias ambientales. Autoestima pobre y oscilante. Carece de plan de
vida (a la deriva). Inestabilidad afectiva con tendencia a la depresión.
Hipocondría (preocupación excesiva por la salud) e intolerancia a la
frustración. No refiere otras alteraciones de la sensopercepción, ni otras
alteraciones del contenido-forma del pensamiento.
El núcleo familiar de R.M está
conformado por el padre, la madre y su hermano mayor. Éste último al cumplir la
mayoría de edad se va de casa para ingresar a las fuerzas armadas, por lo que
desde los 14 años y hasta el día de hoy, R.M vive sólo con sus dos padres. El
padre trabaja en una empresa de repuestos de automóviles y se caracteriza por
ser un hombre extraño, solitario, muy retraido e introvertido. La madre de R.M
es dueña de casa —nunca ha trabajado— ,sufre de obesidad, diabetes y ha sido desde la
infancia de R.M, una madre sobreprotectora.
Ésta sobreprotección se evidencia
desde la infancia de R.M, donde éste, a primera vista, era un hijo ejemplar.
Nunca desobedecía a sus padres, se destacaba por su excelente rendimiento
escolar e intachable comportamiento y por estar en todo momento limpio, peinado
e impecable —debido a los excesivos
cuidados de la madre—.
A los 17 años, se fuga de su hogar
en compañía de su novia, ya que los padres de ésta no permitían la relación
amorosa. Arrancan a la ciudad de Santiago alojando en la casa de una tía de la
novia. A las pocas semanas regresa y decide repentinamente no terminar el
cuarto año de enseñanza media, aludiendo que no le interesaba. Por presión
parental y del cuerpo docente, logra graduarse a duras penas.
Tras salir del colegio, su novia
termina la relación amorosa, lo que generó el factor desencadenante de su
eventual primer brote psicótico (posible falla de
la función paterna a nivel simbólico que retorna en lo real). Esta primera sintomatología residió en alucinaciones en que R.M veía monstruos y
demonios que lo atormentaban antes de poder consiliar el sueño. Al mismo
tiempo, presentó delirios persecutorios con alucinaciones auditivas, los cuales
consistían en pensar que el programa radial que solía escuchar, le entregaba
mensajes advirtiéndole de las malas intenciones de sus amigos. Al mismo tiempo,
comenzó a manifestar una fuerte hipocondría y psicosomática, siendo víctima de
resfríos que lo mantenían en cama durante semanas.
La reacción de la familia ante lo acontecido fue inquietante,
si bien asisten a la salud pública de urgencia ante el terror producido por los
primeros sintomas del hijo, —el cual
es internado en el hospital psiquiátrico de Concepción por cuatro dias—
manifiestan hasta el día de hoy la tendencia a no continuar responsablemente
con ningún tipo de terapia o tratamiento psiquiátrico, optando por la opción de
confinar a R.M en su habitación, aislándolo del contacto con el mundo exterior
a modo de protección. Ésto acarrió que R.M pasara los
últimos ocho años de su vida en un ir y venir entre brotes psicóticos y
compensación, entre contacto con el mundo exterior y aislamiento. Cuando éste
lograba atenuar sus síntomas salía de su hogar, pero apenas volvía la
sintomatología, volvía a su cerrazón, a veces por periodos que abarcaban meses.
Esta fragilidad provocó que R.M fuera incapaz de mantener en
el tiempo actividad alguna. Ni pensar en un plan de estudios y los trabajos
esporádicos que lograba obtener, eran rápidamente abandonados.
Tras esta breve presentación, precederé a exponer
pormenorizadamente la sintomatología articulada a la probable estructura
clínica.
A partir de esa presencia sobreprotectora de la madre, se
puede inferir que hay algo del deseo de esa madre por el hijo que se pone en
juego, donde el niño pudo llegar a experimentarse como un niño deseado. A su
vez, la función paterna necesaria para la constitución del triángulo inaugural
madre-niño-padre, habría fracasado por ser el padre de R.M, un padre distante e
ineficaz en el estableciendo del corte
en la diada madre-hijo. Vemos aquí un provable fracaso del primer tiempo
del Edipo Lacaniano y de la función del Nombre del Padre; donde éste no habría
intervenido eficazmente en la estructura en sus tres tiempos.
A su vez, la madre evidencia una conducta ambivalente
respecto a R.M. Por un lado, desea a su hijo desmedidamente, cuidándolo en
demasía desde sus primeras etapas de vida y por el otro, tras los cambios
conductuales del hijo referentes a no tener ningún plan de vida, no hará
absolutamente nada; demostrando un cierto goce en mantener a R.M como un bebé
eterno, al cual pueda cuidar y retener en el domicilio para siempre.
Dicho de otro modo, la madre está costituida pero no habría
sido suficiente para lograr esa juntura íntima con la vida. Falla de muchas
maneras, por eso es una posible psicosis. La madre se sostuvo pero no logra
introducir la ley paterna, por lo que no habría logrado transmitirle a R.M. la
falta a nivel imaginario y en su deseo se completa con él. De ahí todas las
dificultades de transmisión del Nombre del Padre por parte de este padre en
particular.
Con relación al sinthome,
la computación ha sido siempre el
área de mayor interés para R.M. Por tal motivo, lo llamativo de este caso
radica en que desde el momento que R.M. comienza su curso de computación, la sintomatología psicótica
desaparece casi por completo. Desaparecen las alucinaciones y los delirios pero
se mantienen en baja medida psicosimática e hipondría.
Para Lacan (1975-76) el sinthome
es lo que garantiza la presencia del padre dividido y la preservación del
vínculo con él. A partir del cado de Joyce, Lacan subrayará la importancia del
artificio —en el sentido clásico de medio ingenioso, de
ejercicio de un arte— en la constitución de la estructura
seudoborromea del sinthome; artificio
que en el caso de R.M, sería la
computación.
En añadidura, habría un lazo del sinthome con algo en particular del sujeto. Lacan (1975-76) señala
que se puede usar el sinthome de
diversas maneras, siendo la correcta aquella que consiste para un sujeto, en
alcanzar su real y en no seguir siendo incauto del padre.
En este sentido, el significante “computación” funcionaría ahora como el medio social de R.M. Éste
se relaciona con personas cercanas a la computación, permitiéndole conformar un
lazo social y proporcionando un significante que nombra al sujeto.
Consideraciones finales
Con
respecto al origen de la psicosis, se reconocen desde las variadas perspectivas
del psicoanálisis, algunos puntos en común. A pesar de las diferencias teóricas
de cada autor, todos a su modo comprenden en las psicosis alguna falla
significativa anterior al complejo de Edipo, poniendo el acento sobre el
desarrollo psíquico precoz a partir de las primeras experiencias vividas por el
niño en el seno de su familia, estableciendo el origen de la psicosis en los momentos iniciales de la
vida.
Si para Freud el
tratamiento analítico estaba hecho preferentemente para el trabajo con
neuróticos, será Lacan quien retomará la perspectiva freudiana para construir
la teoría del fracaso de la metáfora paterna como base de todo proceso psicótico.
Se destaca el rol
fundante del primer tiempo del Edipo lacaniano, como el espacio de completud
total en que el psicotico quedaría cautivo de la relación fusional con el Otro
materno, generada por la falla de la función paterna.
Por tal motivo, las
circunstancias desencadenantes de la psicosis serán precisamente aquellas que
instan al sujeto a asumir la realización del significante padre a nivel
simbólico; por lo que ha falta de metáfora paterna, lo no simbolizado irrumpirá
como una metáfora delirante.
Por otra parte, será
Lacan quien por primera vez hablará del sinthome como posible tratamiento para
la psicosis. Explicándo cómo algunas psicosis
lograrían compensarse parcialmente mediante una formación substitutiva, la cual
permitiría a la personalidad psicótica tener algún anclaje con la realidad.
Finalmente, la
aplicabilidad del sinthome a la psicosis en general es quizá cuestionable, no
obstante, con este trabajo se ha pretendido explorar el planteamiento teórico
de Lacan con respecto al origen y posible tratamiento de la psicosis, aspectos
que habrá que desarrollar y poner a prueba en estudios futuros. Cabría
preguntarse hasta qué punto lo teórico se ajusta a la realidad de los procesos
de psicosis y sinthome; por eso el hecho
de utilizar el caso de R.M. para sentar a nivel teórico un ejemplo coherente
con la teoría psicoanalítica.
Referencias
bibliográficas
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(1998) Diccionario del psicoanálisis.
Buenos Aires. Amorrortu.
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En Obras Completas, (Vol,
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Freud,
S. (1924) La pérdida de la realidad en la
neurosis y la psicosis. En Obras
Completas, (Vol, XIX). Buenos Aires: Amorrortu.
Lacan,
J. (1955-1956) Seminario 3: Las Psicosis.
Buenos Aires: Paidós.
Lacan,
J. (1957-1958) Seminario 5: Las
Formaciones del Inconsciente. Paidós.
Lacan,
J. (1975-1976) Seminario 23: El Sinthome.
Buenos Aires: Paidós.
Mahler,
M (1984) Estudios 1: Psicosis infantiles
y otros trabajos. Buenos Artes: Paidós.
Ortega, M. (2013), El sinthome en
las psicosis. Tesis doctoral. Universidad complutense de madrid.
Segal,
Hanna (1965). Introducción a la obra de Melanie
Klein. Barcelona: Paidós.
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