viernes, 22 de noviembre de 2013

LOS EFECTOS DEL SISTEMA CAPITALISTA CHILENO EN EL SUJETO CONSUMIDOR



INDICE
I.  Delimitación de la investigación                                                                   
1.1   Problema de investigación
1.2   Fundamentación del problema de investigación         
1.3   Objetivo general                                                                
1.4   Objetivos específicos                                                         
1.5   Supuestos              
                                        
II. Discusión teórica                                                                                                                
2.1.- La sociedad de la felicidad paradójica
2.2.- El sujeto consumidor
2.3.- El Individualismo
2.4.- Identidades frágiles
2.5.- Consumo y decepción de uno mismo
2.6.- Debilitación de los  movimientos colectivos
2.7.- El culto a la salud
2.8.- La proliferación del consumo de fármacos
2.9.- El consumo como agente “infantilizador” de los adultos
2.10.- La familia y los modelos educativos
2.11.- La carencia afectiva
2.12.- La proliferación de terapias
2.13.- Sociedad de consumo chilena: posible solución
2.14.- Aportes del Psicoanálisis frente al nuevo malestar del sujeto consumidor
2.15.- Qué lugar ocupa hoy el psicoanalista
                            
III. Bibliografía        
                                                                                      
I.- Delimitación de la investigación

1.1.- Problema de investigación


¿Qué efectos tiene sobre el individuo el actual sistema de libre mercado chileno?

1.2.- Fundamentación del problema de investigación


Vivimos en la era en que nuestro país es más rico y poderoso que nunca antes en su historia. Nuestra nación no para de resaltar a nivel mundial como una de las economías más pujantes y crecientes del último tiempo; convirtiéndose en el país más rico de la región. La pobreza abrevia sus cifras cada año, el acceso de los chilenos al consumo de distintos tipos de bienes materiales aumenta año tras año, la educación llega a casi la totalidad de la población, los niveles de alfabetización han crecido considerablemente. Cada vez son más los jóvenes que pueden seguir sus estudios técnicos y universitarios, la esperanza de vida de los chilenos, producto de los avances en salud, es la mejor de latinoamérica, la expansión de la economía nacional permite a los chilenos el acceso masivo a las más altas tecnologías de comunicación y conectividad, desciende la cesantía, nunca antes los chilenos han gozado de tanto poder adquisitivo para consumir, viajar y realizar infinitas actividades de ocio.
La calidad de vida de los chilenos aumenta sin límites, a pesar de lo cual, el aumento de licencias médicas, el incremento de consultas psiquiátricas, el auge de las depresiones, el consumo indiscriminado de fármacos, las ansiedades de todo tipo, el sobreendeudamiento, los divorsios, los distintos tipos de adicciones, los sentimientos de soledad, fracaso y las cada vez más crecientes dificultades para vivir, también aumentan a paso firme.
El consumo se ha convertido en pieza escencial para alcanzar la felicidad. El individuo de hoy demuestra, al menos parcialmente, que existe como persona por lo que compra y la decepción causada por la imposibilidad de participar del mercado se vive como frustración y decepción de uno mismo.
Nuestro país ha cambiado enormemente en muchos aspectos claves; el sistema capitalista de consumo ha trastocado absolutamente nuestros estilos de vida y costumbres, poniendo en marcha una nueva forma de relacionarnos con las cosas, con el tiempo, con nosotros mismo y con los demás. Todas las instituciones sociales han sido reformateadas, revisadas y corregidas por el consumo. Por tal razón, como futuros Psicólogos, se hace fundamental estudiar los cambios en la estructura social, ya que éstos tienen un impacto directo en el malestar individual al cual estamos llamados a dar respuesta. Por tal motivo, el impacto de la evolución del sistema de mercado en la vida del sujeto consumidor del Chile de hoy es el tema de este trabajo.
Como base de sustento teórico, para la presente investigación se consideró importante el análisis de la teoría del Sociólogo francés Gilles Lipovetsky que sustenta la temática en cuestión..
A partir de lo anterior será necesario, para comprender la complejidad de lo presentado, pensar la relación existente entre las transformaciones sociales y sus efectos posibles en la subjetividad, apuntando a los lazos y lugares de afectación mutua que den cuenta de esta relación codeterminada. Se podría pensar en función de esta doble afectación en los efectos psíquicos de las transformaciones sociales en la subjetividad, con el fin de comprender de manera más precisa los efectos del sistema capitalista en los chilenos y pensar una dirección de la cura posible.

1.3.- Objetivo general:

     “Analizar los efectos que tiene sobre el individuo, el actual sistema capitalista de Chile”.

1.4.- Objetivos específicos:

a.- “Describir al actual sujeto consumidor y detallar sus principales alteraciones  ocasionadas  por la acción del sistema capitalista”.

b.-  “Señalar los cambios perniciosos que el consumo ha ocasionado en el sistema familiar, educativo y social”.

c.- “Mostrar los principales aportes que el Psicoanálisis podría ofrecer al nuevo malestar del sujeto consumidor”.

1.5.- Supuestos:

a.- Entre más trinfa el desarrollo económico, el consumo y  la mejora de las condiciones materiales en Chile, más se multiplican las desorganizaciones de la vida mental, el sufrimiento psicológico y el esfuerzo de vivir.

b.- El consumo construye gran parte de la identidad de las personas. El individuo de hoy demuestra al menos parcialmente que existe como individuo único por los objetos que compra.

c.- La pobreza material es vivida en los chilenos como carencia de autonomía y de proyecto, como sensación de fracaso y de hundimiento social.

d.- El consumo moderno está convirtiendo a los individuos en niños, siempre al acecho de novedades y nuevos objetos de consumo.

e.- Se evidencia una digregación de las familias chilenas, con la pérdida de la autoridad parental, que da lugar a la erosión del sentido de límites y prohibiciones; una juventud más abandonada a sí misma, despojada de referentes, sucumbe al consumo perdiendo la capacidad de superar las frustraciones y el adulto, cada vez menos preparado para afrontar los conflictos.

II.- Discusión teórica

2.1.- La sociedad de la felicidad paradójica
Según Lipovetsky (2006), la inmensa mayoría de las personas  se declara feliz, a pesar de lo cual, la tristeza y la tensión, las depresiones y la ansiedad forman un rio que crece de manera inquietante. Lo anterior, reflejo de la principal característica de la nueva sociedad de consumo de nuestros tiempos, y es que incluso en el momento en que nuestro país es más rico y poderoso que nunca, somos al mismo tiempo, contemporaneos de la espiral en aumento de la ansiedad, de las depresiones, las carencias de autoestima y el duro trabajo de vivir. A todas las personas les cuesta cada vez más afrontar las dificultades de la vida, todos tienen la sensación que la vida es más opresiva, más caótica y más insoportable; paradójicamente, cuando mejoran las condiciones materiales.
Para Lipovetsky (2006), nuestra civilización destruye la tranquilidad con uno mismo y la paz con el mundo, ya que es como si las insatisfacciones respecto de uno mismo aumentaran en razón proporcional a las satisfacciones aportadas por el mercado. Cada vez más satisfacciones materiales, cada vez más viajes, autos, esperanza y calidad de vida: pero eso no nos ha abierto de par en par las puertas de la alegría de vivir.

2.2.- El sujeto consumidor
La tendencia radica en que mientras más se consume, más se quiere consumir, ya que a la satisfacción de una necesidad le siguen inmediatamente nuevas demandas (Lipovetsky, 2006, p. 33). “Pienso luego existo” decía en otrora Descartes, “sufro, luego compro” la tendencia del sujeto consumista actual, ya que cuanto más aislado o frustrado está el individuo, más consuelo busca en las satisfacciones inmediatas de la mercancía. El consumo ejerce su influencia en la medida en que tiene capacidad para aturdir o adormecer, para ofrecerse como paliativo de los deseos frustrados del hombre moderno. Se compra en proporción con el amor que falta, ya que ir de compras permite llenar un vacío, reducir el malestar del que se es presa (Lipovetsky, 2006, p. 54).

2.3.- El Individualismo
           La multiplicación de los objetos personales tiene efectos considerables, cada cual puede organizar su vida privada a su manera, independientemente de los demás. Hay un uso personalizado del espacio, del tiempo y de los objetos; ésto en todas las edades y en todos los medios. Objetos como el teléfono móvil, el internet, el automovil, el microondas, tienen en común que permiten a los individuos construir de manera autónoma su propio espacio-tiempo. Es el momento del desajuste de los ritmos en el interior de la familia chilena (Lipovetsky, 2006, p. 97).

2.4.- Identidades frágiles
            En estas condiciones, para Lipovetsky (2006) el consumo construye gran parte de la identidad de las personas. El individuo de hoy, demuestra al menos parcialmente que existe como individuo único, por lo que compra, por los objetos que pueblan su universo personal y familiar. Al comprar ésta o aquella marca, el adolescente hace una elección que le diferencia del mundo de sus padres. Si el logotipo tiene para él una importancia tal es porque permite una pertenencia reivindicadora por el yo y no ya una pertenencia recibida, como un destino social, familiar. Exhibiendo en público esta marca, el adolescente se reconoce por ella como si fuese una de las banderas de su personalidad, la cual es totalmente artificial y engañosa. (Lipovetsky, 2006, p. 46).
            Esta fuerte participación del consumo en la creación de identidades, responde a las características de una época actual en donde las tradiciones, la religión y la política producen cada vez menos identidad central en los sujetos, adquiriendo el consumo, una nueva y creciente función ontológica, dando una respuesta tangible, aunque superficial, a la eterna pregunta del ¿Quién soy? (Lipovetsky, 2006, p. 40).
           Mediador de la verdadera vida, el consumo se tiene así mismo por algo que permite librarse del desprecio social y de la imagen negativa de uno mismo. Lo importante no es ya “imponerse” a los demás, sino más bien, no sentirse rebajado y estar satisfecho de sí mismo, confirmando el propio valor ante los propios ojos.

2.5.- Consumo y decepción de uno mismo
            A semejanza de los pacientes en tratamiento psicoterapéutico ineficaz, la decepción causada por los objetos de consumo se sustituye por la decepción de uno mismo (Lipovetsky, 2006, p. 153).
            En añadidura, Lipovetsky (2006) postula que nuestra actual civilización de consumo, al remetir cada vez más al individuo a sí mismo, crea más ocaciones de angustia. La explosión de las depresiones y las ansiedades, los síntomas de deterioro de la austoestima señalan la nueva vulnerabilidad del individuo, la cual es inseparable de la civilización de la felicidad. Las opiniones negativas sobre uno mismo, las dudas sobre el valor de la existencia presente, la sensación de haber fracasado en la vida constituyen de manera creciente una de las tendencias del individualismo reflexivo: ahí se encuentra el fracaso de la cultura chilena del consumo y de la felicidad.
            A su vez, Lipovetsky (2006) especifica que la pobreza material es vivida en las personas como carencia de autonomía y de proyecto, como obsesión por sobrevivir, como sensación de fracaso y de hundimiento social. En la sociedad chilena, la precariedad económica intensifica el trastorno psicológico y la convicción de haber fracasado en la vida. Esta precariedad se vive como una crisis de identidad, una experiencia humillante y deprimente. En las sociedades liberales como la nuestra, dominadas por la dinámica de individualización y liberadas de las promesas de lucha de clases, la pobreza ha cambiado de sentido: al no estar ya identificado con un destino de clase, remite a un fracaso e insuficiencia personal que generalmente acarrea autoacusaciones.
            Por dicha razón, entre más trinfa el desarrollo económico, el consumo y  la mejora de las condiciones materiales, más se multiplican las desorganizaciones de la vida mental, el sufrimiento psicológico y el esfuerzo de vivir de los chilenos.

2.6.- Debilitación de los  movimientos colectivos
           En una era caracterizada por la debilitación de los movimientos colectivos y por la exigencia de ser uno mismo responsable de su propia vida, la tarea de ser sujeto se ha vuelto agotadora, deprimente y cada vez menos asumible. Puede que proceda de aquí la proliferación de los desequilibrios psíquicos, esa catarata de sentimientos de insuficiencia personal y de inseguridad interior (Lipovetsky, 2006, p. 192).
           Por tal razón, como el individuo de hoy se liberó de las grandes coacciones comunitarias y de clases sociales, es inevitable que su búsqueda de la felicidad se vuelva problemática e insatisfactoria su existencia. Este es el destino del sujeto independiente de hoy, quien sin apoyo colectivo ni religioso, afronta solo las pruebas de la vida. (Lipovetsky, 2006, p. 324). A su vez, la revolución del consumo ha dejado a los individuos a merced de sus propias fuerzas y éstos deben afrontar los problemas de la existencia sin contar con regulaciones ni apoyos colectivos.
           Otro aspecto a resaltar por Lipovetsky (2006) en la actual sociedad de consumo, es la marcada obsesión perfeccionista de los individuos, con la irrupción de una cultura que se apoya en los ideales de la competición y de superación de uno mismo. La “sociedad de la proeza”, es la imagen dominante de nuestro país, en donde ya todos los dominios han caído bajo la lógica de la competencia, el perfeccionamiento, la autosuperación y la carrera desenfrenada por el éxito. Lo que inflama a la época actual es un estilo de existencia dominado por ganar, por ser el mejor, sobresalir, superarse: es una especie de sociedad democrática convertida a la religión del perfeccionismo.
            Paradójicamente, el primer imperativo para las personas no es superarse como individuo, sino más bien, tener los ingresos necesarios para participar sin dificultades en el universo de las satisfacciones comerciales (Lipovetsky, 2006, p. 256).
           Las personas tienden  cada vez más a culparse a sí mismos y no al sistema, ya que cada cual es ahora responsable de su éxito o de su fracaso. Son los tiempos de un autocuestionamiento devaluador.

2.7.- El culto a la salud
          Nada expresa mejor la decadencia del espíritu causado por el consumo, que la evolución de las demandas y de los comportamientos relacionados con la salud.
           Según Lipovetsky (2006), comer en abundancia o andar de farra ha dejado de ser una pasión popular. La tendencia actual va de la mano del tomar conciencia de los riesgos y corregir los hábitos alimentarios: ya tenemos al usuario remitido a su responsabilidad de sujeto. Los excesos de la mesa tenían un origen colectivo, constituían una imagen de felicidad colectiva, ahora, se culpabiliza a los indidivuos adquiriendo un carácter vergonzoso y patológico en una cultura que ya no reconoce más que el control individualista de uno mismo. 
           Al mismo tiempo, nuestra sociedad se caracteriza por ser una cultura preventiva, de ansiedad sanitaria y estética, con un individualismo obsesionado por la precaución, la prevención, la protección y el culto a la conservación personal. Es más, el ideal que persigue hoy en día el individuo consumista es menos el goce que la salud.
           Lo anterior acarrea que los individuos vivan cada vez menos en la despreocupación del instante. La sociedad de consumo conduce a cualquier cosa menos a la conciencia del presente consigo mismo. En lugar de la conciliación con el instante, la cultura comporta una relación cada vez más problemática y angustiante con uno mismo y con el tiempo inmediato (Lipovetsky, 2006, p. 76).

2.8.- La proliferación del consumo de fármacos
            Para Lipovetsky (2006), en la actualidad el cuerpo se considera un material que puede corregirse o transformarse a voluntad. Los sujetos quieren ahora elegir su estado de ánimo, ser dueños de las eventualidades emocionales recurriendo a fármacos psicotrópicos, cuyo consumo, como se sabe, no deja de crecer. El individio consumista confía su suerte a la acción de susutancias químicas que modifican sus estados psicológicos “desde el exterior”, sin análisis ni trabajos subjetivos; renunciando a todo esfuerzo personal, abandonándose a la omnipotencia de los productos químicos que trabajan en él, sin él. No se busca ya la solución a nuestros males en nuestros recursos interiores, sino en la acción de tecnologías moleculares que, además, tienen efecto adictivo. Cabe señalar que ésto no elimina en absoluto los métodos psicoterapéuticos, pero es innegable que los fármacos de la felicidad tienden a reducir su centralidad tradicional.

2.9.- El consumo como agente “infantilizador” de los adultos
            En el consumo se vive el sueño de la eterna juventud, de un presente que siempre vuelve a comenzar (Lipovetsky, 2006, p. 64). Levi Strauss ya señalaba que el consumo moderno estaba convirtiendo a los individuos en niños, siempre al acecho de novedades y nuevos objetos. En este sentido, los jóvenes adultos parecen querer vivir en la prolongación eterna de su infancia o adolescencia y el ideal de la vida adulta seria y equilibrada desaparece en beneficio de modelos que legitiman emociones infantiles. Con el consumo se trata de recuperar, a tiempo parcial, sensaciones  felices experimentadas en la infancia, de recrear un universo de calma y placer, de no renunciar a nada (Lipovetsky, 2006, p. 67).
  
2.10.- La familia y los modelos educativos
            Para Lipovetsky (2006), el consumo también a repercutido la institución de la familia. Por ejemplo, el niño o el preadolescente de hoy, ejerce una influencia cada vez mayor en las compras realizadas por los padres. El “hijo mudo” forma parte de una época pasada: en la situación actual, elige, emite voto, da consejo cuando se hacen las compras y los padres tienen en cuanta sus deseos; transmitiéndole un estilo de consumo cuyo fin es el placer. Estamos en la era en que el consumo se concibe como instrumento de placer y desarrollo de la autonomía del hijo. También, como un medio de “comprar la paz” en la familia, de hacerse perdonar por demasiadas ausencias largas y al mismo tiempo, un derecho del hijo basado en el derecho a la felicidad, a los placeres, a la individualidad.
           Se evidencia una digregación de las familias chilenas, con la pérdida de la autoridad parental, con las insuficiencias de la educación, que dan lugar a la erosión del sentido de límites, de las reglas y las prohibiciones. Una juventud más abandonada a sí misma y que, despojada de referentes, sucumbe al consumo y muestra menos capacidad para soportar las frustraciones y los impedimentos.
            Por otro lado, para Lipovetsky (2006) la educación de corte tradicionalista y autoritario también ha sido desplazada por una educación sin obligación ni sanción, entregada al desarrollo del hijo, a su satisfacción completa y felicidad inmediata. Ya no hay que castigar, sino hacer todo lo posible para que el hijo no se sienta nunca insatisfecho o desdichado, lo que refleja en algunos casos, evitar conflictos agotadores con el hijo y verse en la incómoda situación de tener que decir que “no”. Así hay multitud de padres que ya no imponen reglas ni estructuras fijas, aludiendo que lesionana la personalidad del hijo y le ocasionan sufrimiento interior; ya no quieren tanto inculcar el sentido del límite, el respeto y la obediencia, como escuchar y satisfacer los deseos de los hijos. En este sentido, la actual tendencia a la negativa de frustrar al hijo aparece como el estilo educativo acorde a los valores del bienestar individualista, en donde la sociedad consumista y la educación sin límites, son parte del mismo sistema.
            Uno de los efectos de esta educación es que tiende a privar a los hijos de reglas, de pautas ordenadas que son necesarias para la estructuración psíquica. De aquí surguiría la inseguridad psicológica y las personalidades vulnerables que no cuentan ya con esquemas disciplinarios que en otros tiempos, permitían hacer frente a los momentos difíciles de la vida; a lo imprevisto y a la nueva complejidad de la existencia. Poco o mal preparado para someterse a los cambios de la fortuna, el hijo tiende a perder la capacidad de superar las frustraciones y el adulto, cada vez menos preparado para afrontar los conflictos.

2.11.- La carencia afectiva
            A pesar de los deseos de más dinero que se expresan con frecuencia creciente, para Lipovetsky (2006), lo que acarrea las mayores alegrías y las peores desgracias a la mayoría de las personas  no es la adquisición de cosas, sino, la relación con nosotros mismos y con los demás, ya que las sensaciones de carencia que más se expresan hoy, se refieren a la comunicación, el amor, las relaciones profesionales, el reconocimiento, el respeto y la autoestima. En este sentido, el deseo de cosas está lejos de haber colonizado totalmente los ideales y los vínculos afectivos.
            En una sociedad que no deja de rendir culto al ideal amoroso, para Lipovetsky (2006), la relación estable y exclusiva constituye un objeto ideal. Nuestra cultura favorece la realción estable y no la dispersión sexual ni la promiscuidad. Lo anterior se promueve porque la relación sentimental permite realizar una de las aspiraciones más profundas de las personas: el ser reconocidos como subjetividad incanjeable. No olvidemos que ser amado supone ser elegido, preferido a todos los demás. Por lo tanto, si la experiencia amorosa propicia una exaltación así, es porque es inseparable de las seducciones del espejo narcisista, porque halaga al yo, que se siente valorado o está esperando ser valorado como sujeto único. Por tal motivo, cada vez son más los hombres y mujeres que reconocen tener dificultades para amar de un modo prolongado, mostrándose escépticos ante la posibilidad de amar a la misma persona toda la vida. La vida sentimental de hoy tiende a alienarse a las características efímeras y aceleradas del consumo; la vida amorosa de hoy está estructurándose como el consumismo. Por el destronamiento del mito del amor eterno, la descalificación de los ideales de sacrificio, el aumento de las relaciones temprorales y la inestabilidad, estaríamos en presencia de un consumismo sentimental, dominado por la repetida alternancia de felicidad y tristeza, éxtasis y sufrimiento.
           Lo mismo podemos apreciar en lo relativo a la sexualidad. El balance es parajódico: mientras más individuos gozan de una sexualidad dichosa, desacomplejada y variada, más crecen los decepcionados y frustrados. En sociedades individualistas como la nuestra, donde la vida sexual está libre de restricciones colectivas como en otros tiempos, las exclusiones, las frustraciones y las insatisfacciones, son realidades imposibles de ignorar, porque provienen de la propia dinámica de individualización. Las personas son sujetos de decisión pero tambien, víctimas de las leyes del amor y el azar, de los gustos subjetivos, de atracciones y repulsiones. Es en este sentido como las leyes de la competencia individualista crean inevitablemente ganadores y perdedores (Lipovetsky, 2006, p. 292).

2.12.- La proliferación de terapias
            El chileno ya no está sólo deseoso de bienestar material: aparece como demadante exponencial de confort psíquico, de armonía interior y plenitud subjetiva y de ello dan fe el florecimiento de las técnicas derivadas del desarroollo personal y el éxito de las doctrinas orientales, las nuevas espiritualidades y religiones, las guías de felicidad y la sabiduría.
            Para estos movimientos, bastaría con que las personas armonicen sus pensamientos para que ocurra lo mismo en la vida. ¡Podemos ser tan felices como queramos! , ¡lo que nos llega es el reflejo de nuestra actitud interior!, es el credo que repiten sin cesar los maestros de espiritualidad y de desarrollo personal.
           Naturalmente, Lipovetsky (2006) no pretende negar que las prácticas de autodominio, la religiosidad o la espiritualidad  puedan reconfortar y ayudarnos a vivir mejor, pero es una ilusión tremenda creer que un sistema o método del orden que sea, pueda aportar la solución absoluta al problema de la felicidad. Lo anterior es pasar por alto eso que, con el nombre de inconsciente, reprensenta la imposibilidad que el yo sea totalmente gobernado por el yo. Por tal razón y aunque muchas satisfacciones dependen de nosotros, nuestras alegrías profundas no son cosas de las que dispongamos a voluntad, son sentimientos que van y vienen, en gran parte, sin nosotros. Esta nueva fe en la posibilidad de crear nuestra propia felicidad mediante la conciencia es una ilusión a la que, probablemente, no se renunciara nunca del todo.
            Como inevitablemente hay una parte recibida inconsciente, incontrolable en la experiencia de la felicidad, más que elejirla yo, ella me elige a mí. La felicidad es una especie de estado de gracia que viene cuando quiere, no cuando quiero yo. De aquí las limitaciones de todas las doctrinas que enseñan el camino de la felicidad sobrevalorando el poder de la conciencia en los estados de la experiencia.

2.13.- Sociedad de consumo chilena: posible solución
           Para Lipovetsky (2006), la tarea a futuro es inventar nuevos modos de educación y trabajo que permitan a las personas encontrar una identidad y satisfacciones que no sean los objetos pasajeros del consumo. Si hay una salvación, reside en la creación o perfeccionamiento de formas que permitan pasiones y gustos distintos al consumo. Hay que maldecir menos la epidemia consumista y buscar más los medios de orientar a las personas hacia metas más diversas. La búsqueda de la felicidad en el consumo no debe tener el mismo poder de atracción que hoy y la búsqueda de la autorrealización debe desviarse del camino sin fin de los placeres del consumo.

2.14.- Aportes del Psicoanálisis frente al nuevo malestar del sujeto consumidor
            El  psicoanalísta argentino Juan Carlos Indart (2003) se hace la siguiente pregunta: ¿Cuándo al ser humanos hay que hacerle proliferar objetos? A lo que responde: ¡Cuando es muy niño! Se necesitan muchos objetos para la crianza de un niño, pero se suponía,  en los pasos clásicos de una crianza que para crecer y ser adulto había que moderar la proliferación de objetos. Claro está que siempre quedarán algunos objetos, pero para crecer hay que empezar a ocuparse por otras cosas.
            En este sentido, como vivimos en el mundo de la proliferación de objetos, en el sentido de la multiplicación de los objetos de mercado, con todas las invenciones electrónicas, eso está en estricta relación con que ya nadie crezca más; fenómeno que ha sido llamado como el síndrome de Peter Pan, el cual explica que a los 30 o 40 años, la gente sea como niños y ellas como niñas. Ésto es perfectamente correlativo a la proliferación de objetos.
Por eso la difícil aproximación de los sexos se va viendo cada vez más imposibilitada y disimulada bajo una posición subjetiva que es la de un niño que cambia todo tipo de objetos que necesita para un entretenimiento que dura cada vez menos y que hay que cambiar constantemente por otros.
En este sentido,  para Indart (2003) la degradación de la vida amorosa, las soledades por las cuales los sexos comienzan a exiliarse cada vez más y toda la sintomatología social de nuestra época es un efecto de un mercado que sólo busca que la gente goce a nivel de proliferación de objetos.
Según Indart (2003), solamente con que el psicoanálisis consiga que un sujeto verifique la tontería que hay en su apego, en su búsqueda de un objeto, permitiría una invención más adulta del amor y la sexualidad. Por otro lado, se sabe que para el psicoanálisis no hay un saber cierto sobre la sexualidad o una forma que permita el buen entendimiento entre ellos y ellas, pero seguramente, hay que dejar de ser niño para conseguir algunos inventos mejor orientados.
Por consiguiente, para Indart (2003) la declinación de la virilidad, la caída de la posición masculina, la dificultad de los hombres para poder ser padres, con las consiguientes soledades de las mujeres y sus intentos de ser madres solteras y querer tener una vida lo más parecida posible al hombre. Todo ésto que pasa, está estrictamente relacionado con un mercado que conduce a la gente al goce tan intenso como efímero e infantil de esa proliferación de objetos.

2.15.- Qué lugar ocupa hoy el psicoanalista
Para el  psicoanalista argentino Leonardo Gorostiza (2008), si los sujetos buscan colmarse con los objetos que les ofrece el mercado, el psicoanalista está llamado a ocupar el lugar de alguno de esos objetos para introducir un cambio fundamental. Porque los objetos de la tecnociencia lo que hacen sobre el goce o las satisfacciones de cada uno, es hacer entrar al sujeto en un régimen cuantitativo. Ésto quiere decir, tener más o menos satisfacción en función del mejor o peor objeto de la tecnociencia que se tenga. Mientras el sujeto esté más cerca del objeto que el mercado está produciendo, estará más satisfecho; pero si tiene acceso a un objeto más obsoleto estará menos satisfecho; ésta es claramente la ilusión del mercado, ya que después aparecerá otro objeto y así sucesivamente.
Por tal motivo, para Gorostiza (2008) el problema radica en que la satisfacción del sujeto entra en un régimen de más y menos, quiere decir, en un régimen cuatitativo; mientras que el psicoanálisis va a apuntar a que el sujeto que sufre, se le pueda revelar que ahí donde sufre, hay una satisfacción, que es absolutamente única, que es la de él y que eso escapa a la lógica del mercado capitalista.

    
III.- Bibliografía

1.      Gorostiza, L. (2008). Inconsistencia. Buenos Aires. Editorial Paidos.


2.     Indart, J. (2003). Esbozos de economía política y psicoanálisis. Buenos Aires.    Editorial Altamira.


3.      Lipovetsky, G. (2006). La felicidad paradójica. París. Editorial Gallimard.










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